Details
Nothing to say, yet
Details
Nothing to say, yet
Comment
Nothing to say, yet
Mateo, a cheerful and curious boy, despised white rice. Despite his mother's attempts to convince him otherwise, Mateo refused to eat it. One night, he had a dream where he participated in a race and an elephant unexpectedly joined. The elephant's determination taught Mateo a valuable lesson about adaptability and creative problem-solving. Upon waking up, Mateo decided to give white rice another chance and realized it wasn't as bad as he thought. He learned to be flexible and find creative solutions to his problems, inspired by the lesson from the dream. LA GRAN CARRERA Había una vez un niño llamado Mateo que vivía en un pequeño pueblo rodeado de campos verdes y ríos cristalinos. Mateo era un niño alegre y curioso, pero tenía un pequeño problema. Detestaba el arroz blanco. Cada vez que su mamá le servía un plato de arroz, él fruncía el ceño y hacía muecas de disgusto, rechazando cada bocado con un gesto de desagrado. «No me gusta el arroz blanco, mamá», decía Mateo con tristeza. «¿Por qué no puedo comer otra cosa?» Su mamá suspiraba con resignación, pero nunca dejaba de intentar convencerlo de probarlo. Sin embargo, por más que lo intentara, Mateo seguía negándose a comerlo. Una noche, después de un largo día de juegos y travesuras, Mateo se quedó dormido con la barriguita vacía y el corazón lleno de sueños. En su sueño se encontraba en medio de una carrera emocionante, con un camino infinito que se extendía ante él. Al otro extremo de ese camino brillaba una mesa reluciente, la meta de la carrera. «¡Corran, corran!» gritaba el organizador de la carrera. «El primer en tocar la mesa con la nariz será el ganador». Mateo se llenó de emoción al escuchar esas palabras y se puso en marcha con determinación. Era un excelente corredor y estaba seguro de que alcanzaría la mesa primero que nadie. Pero justo cuando creía estar a punto de ganar, vio algo inesperado. ¡Un elefante también participaba en la carrera! El elefante, con sus grandes orejas ondeando al viento, avanzaba con paso firme y decidido. Mateo aceleró el paso, pero el elefante seguía adelante, con una determinación que sorprendía a todos. Finalmente, cuando estaba a punto de llegar a la mesa, el elefante extendió su larga trompa y tocó la mesa con la nariz, ganando la carrera de una manera espectacular. Mateo se quedó boquiabierto, sin poder creer lo que acababa de presenciar. Pero entonces una voz suave y sabia resonó en su mente. Mateo, la verdadera victoria no siempre está en ser el primero en llegar, sino en la habilidad de adaptarse y encontrar soluciones creativas a los desafíos que se presentan en el camino. Al despertar, Mateo recordó cada detalle de su sueño y entendió la lección que había recibido. A partir de ese día decidió probar el arroz blanco de su mamá con una mente abierta y un corazón dispuesto, y para su sorpresa descubrió que no era tan malo como pensaba. Desde entonces aprendió a ser más flexible y a encontrar soluciones creativas a sus problemas, recordando siempre la lección del elefante en su carrera nocturna.