The transcription discusses the issue of wine consumption in Spain and the potential consequences of categorizing wines into high-end and low-end. It questions the viability of the middle-range wines and suggests that they may have to increase their prices to differentiate themselves. This could lead to a decline in wine consumption and a shift towards other beverages. The author argues that the focus should be on winning consumers rather than narrowing the market.
Dice que la parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte. Sí, esta vez parece que suena mejor. A todo se acostumbra uno. ¿Si usted quiere lo lea otra vez? Tan solo la primera parte. ¿Sobre la parte contratante de la primera parte? No, solo la parte de la parte contratante de la primera parte. Dice que la parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte, y la parte contratante de la primera parte será considerada en este contrato...
Oiga, ¿por qué hemos de pelearnos por una tontería como esta? La cortamos. Sí, es demasiado largo. ¿Qué es lo que nos queda ahora? Más de medio metro todavía. Dice ahora... La parte contratante de la segunda parte será considerada como la parte contratante de la segunda parte. Eso sí que no me gusta nada. ¿Qué le encuentra? Nunca segundas partes fueron buenas. ¿Esto? Esto no es otro podcast solelismo. El complemento sonoro del blog, a este lado del duero punto corto.
También está incluido lo que León se ha llamado X como arroba a este lado del duero. ¡Hala, vamos ya! ¿Tiene que ser caro el video? Segunda parte. Los que beben. ¿A vosotros no os cuesta diferenciar entre precio y valor de una cosa? Cierto, hay una serie de definiciones teóricas más o menos fáciles de comprender, pero mis dudas surgen cuando entro en una tienda, en un taller o en un bar, y especialmente cuando veo los precios de lo que algunos se gastan a la hora de comer en algunos de los restaurantes de moda, o lo que cuestan algunos vinos de alta gama.
Vaya por delante que respeto el que quiera pagar esos precios. Al fin y al cabo, cada uno hace con su dinero lo que mejor le viene. Pero en mi mente, en mi foro interno, me resulta incomprensible pagar ciertos precios. Todos los vinos parten de un elemento común, la uva, que como todo en la vida las hay de distintas calidades, distintas formas de convertirlas en vino, de envejecerlo, embotellarlo, distintas formas de comprarlo. Entiendo que no es lo mismo una bodega construida con materiales prefabricados a otra que ha sido diseñada por un prestigioso arquitecto norteamericano, u otra que esté dentro de un castillo o un monasterio medieval.
Que las viñas sean centenarias y plantadas en vaso en un pedregal, y que existan otras que han sido plantadas en espaldera y con riego. Entiendo que el vino lo haga una multinacional, cuyo negocio está, quizá, más enfocado a obtener el máximo rendimiento económico con la menor inversión posible, a que lo haga una familia que le gusta vivir, que no sobrevivir, de algo en lo que ha puesto alma, corazón y vida. Entiendo hasta cierto punto que el precio también sirve para marcar diferencias para posicionar un tipo de vino, de modo que acceder a él sólo lo puede hacer un determinado tipo de consumidor, y que esto genere un aura de exclusividad, tanto para las bodegas que crean este divino elixir, como para la tienda que lo vende, y también para quien lo compra.
Entonces, ¿vale el vino lo que realmente cuesta? Respuesta corta, depende. Respuesta larga, pues depende a quien se lo preguntes. Veréis, a día de hoy, en 2024, el gran gran problema del vino es que hay más vino que gente dispuesta a beberlo, por distintas razones que ya os he contado en otras entradas del blog o en otros episodios, y como también decía, la forma más lógica de resolver el problema sólo se puede hacer de dos formas posibles.
Una es aumentar el consumo de vino, bien porque todos empecemos a beber más o bien porque haya más consumidores. Tal y como pinta la cosa, ninguna de las dos es sencilla, y en algunos casos ni siquiera deseable. Ya sabemos que los excesos de vino no son compatibles con una buena salud, y de sobra es conocido que las nuevas generaciones ahora mismo tienen un nulo interés por el vino, lógico por otra parte. La otra forma, teóricamente es más sencilla, es adecuar la oferta a la demanda, lo que es un bonito concepto, que diría el sensei.
Aquí el problema radica en saber qué es lo que se demanda, lo que se va a demandar en el futuro, y si existen los medios para equilibrar las cantidades de vino que saldrán de las bodegas y lo que nosotros podamos beber, aunque esto no dejase una simpleza. Y me explico. Hoy en día es posible saber qué vinos se venden en España, si los bebemos en casa o si los bebemos fuera. Se pueden realizar estudios de mercado y saber cuáles son las tendencias de consumo de vino por edad, por sexo, por estado civil, por nivel de ingresos, etc.
Existen herramientas que analizan las redes sociales y que pueden mostrar modelos de consumo en el presente y realizar proyecciones a futuro de todo un universo digital que habla, consume o posturea con una botella de vino. Yo no digo que esto sea ni fácil ni barato, pero es algo que está ahí, y que se está haciendo en otros países y con otros productos, pero por alguna razón aquí, ¡sorpresa!, aquí hemos decidido que inventen otros. Se cogen datos, estudios, proyecciones de otros países para hacerlos nuestros, aunque culturalmente y económicamente existan numerosas diferencias.
Y lo que es peor, ni siquiera se adoptan las medidas que toman otros países. Aquí sólo se toman las más fáciles y baratas. ¡Ojo! Las más fáciles y más baratas. Otro día tengo que hablaros de esto con más detalle. El caso es que en España se está simplificando al extremo. Están tratando de convencernos a golpe de martillo que el consumo de vino en nuestro país se divide en dos grupos. El vino de alta gama, los vinos de lujo, los vinos premium, y por otro lado, los vinos populares, fáciles de beber, hechos a gran escala.
O sea, que en este país o bebemos muy caro, o bebemos muy barato. Lo primero que ronda mi cabeza es preguntar qué es lo que pasa con los vinos que se quedan en medio de estas dos categorías. No existen, no son representativos. En serio, ¿sólo bebemos don Simón o la faraona? Aunque diéramos por cierto esta teoría, aunque sólo fuese por un minuto, enseguida nos daríamos cuenta que cada uno de estos dos grandes y monolíticos grupos podrían tener innumerables subdivisiones.
Me encantaría poneros una ponencia que dio el director del Observatorio del Mercado del Vino, Rafael del Rey, el pasado 15 de abril en el Doro Wine Fest, donde sin ningún rubor se vino a decir que en España la gama media del vino ha muerto, y que esos vinos que ahora se encuentran en un limbo no les queda más remedio que emigrar bien al bando del vino caro o bien al bando del vino barato, bien al bando de la calidad, el prestigio y el relato cultural o al bando del vino popular, fresco y fecito.
Y se pretende que con estos mimbres sean suficientes para construir el futuro del vino español. Tal y como lo veo, el vino facilón, el de granel, el vino de 2-3 euros la botella, el vino basto, tiene la muerte asegurada en no menos de 15 años, al menos de la forma como hoy lo conocemos. Es bastante probable que este vino en el futuro pase a ser un refresco, un refresco a base de vino, zumo concentrado y gas, cuando no sea destinado a bebidas sin alcohol o bajo contenido en alcohol, que de esto habría que hablar.
¿Qué es lo que va a pasar entonces con los vinos que no responden a esta clasificación o que no quieren verse en este grupo? Pues si seguimos la lógica que se quiere imponer tendrán que subir el precio. ¡Ojo! No para que paguemos un precio justo y lógico por lo que estamos bebiendo, que es lo que se debería haber hecho hace mucho tiempo y que es por lo que tenían que haber luchado muchas bodegas. La verdadera razón es que los precios van a subir o deberían subir para diferenciarse, por precio, del vino de más baja calidad.
Es decir, que la apreciación de la calidad de un vino se haga fundamentalmente por su precio. Para ello, de alguna forma, se establecerán unos mismos patrones con un precio determinado y a partir de ahí se podrá establecer si un vino tiene más o menos calidad. Es decir, si un vino cuesta más que el vino patrón, eso querrá decir que ese vino tiene mucha calidad. Y si cuesta menos, pues será un vino fácil y popular. La de lobos vestidos de ovejas que van a creas.
Es aquí ahora cuando os pregunto ¿tiene que ser el vino más caro? O mejor dicho, ¿tiene que ser el vino más caro por este motivo? Es más, si realmente nos dirigen a un escenario en el que solo hay dos ofertas súper concentradas con sus trampas, porque no os quepa duda que las trampas que ya hay hoy en día no van a desaparecer. Seguramente se transformarán. A los que nos gusta realmente el vino nos van a poner en un serio problema.
Y este es gastar más en vino pero consumiendo considerablemente menos. Y esta situación habrá quien la pueda afrontar bien, regular o mal. Y que muy probablemente termine con muchos consumidores, al igual que hoy sucede con Millennials y Generación Z, que pasen a un amplio mercado de bebidas y refrescos, alcoholizados o no. Siendo el vino una bebida con escaso interés que se consume en ocasiones muy, muy, muy puntuales. Algo así como lo que pasa hoy en día con el consumo de vinos espumosos.
Y esto va para las cabezas pensantes del vino. A los hechiceros de Tercera venidos a ser gurús repartepuntos. A los buenfakers. La virtud siempre ha estado en el medio, en tener una capacidad de movimiento libre para subir a gamas medias o altas o bajar a gamas medias o medio-bajas. Si creéis que ensanchando la base de la pirámide a costa de la desaparición de la parte del medio os vais a meter un hospiazo del que nadie va a salir vivo.
¡Ganad a los consumidores! Porque ya hay otros mercados y otros nichos en los que caen y que se les está esperando. El problema es que os vais a cargar el consumo del vino. Os estáis disparando en un tiro. ¿O es que creéis que cuando solo queden tres para comprar vino os lo van a comprar a otro? ¡Hasta la próxima!