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Cada vez que sientes miedo, en la forma que sea—y tienes miedo si no te sientes profundamente contento, no estás seguro de que dispones de ayuda, o no te embarga la tranquila confianza de que el Cielo te acompaña—ten por seguro que has hecho un ídolo, y que crees que te va a traicionar. Pues, bajo tus esperanzas de que el ídolo te salve, yace la culpa y el dolor de la auto-traición y de la incertidumbre, tan profundos y amargos que el sueño no puede ocultar completamente tu sensación de fracaso.