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Una Fe Inteligente - Hno. Deivy Nolazco

Una Fe Inteligente - Hno. Deivy Nolazco

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The speaker begins by expressing gratitude for the opportunity to listen to God's word and grow in faith. They refer to a teaching on intelligent faith and read Bible verses to support the idea that faith comes from God. They discuss how this faith is not based on human logic or emotions but is rooted in the spirit. The speaker emphasizes the security and stability of this faith, which grows and develops as believers continue to know God. They mention a prophecy in Isaiah that speaks of a firm foundation in Christ and how believers will be taught by God. The passage concludes by highlighting the peace and justification that comes through this new covenant. Espero que todos estén muy bien, damos gracias a Dios por este tiempo, que podemos escuchar su palabra, que podemos nutrirnos todos, porque absolutamente todos los que estamos aquí nos nutrimos, no solamente ustedes sino primeramente yo. Me gustaría que pudiésemos empezar en primera de Juan, capítulo 5, versículo 4. Primera de Juan, capítulo 5, versículo 4. Hemos estado estudiando, no sé si recuerdan el título de la enseñanza que comenzó el pastor Albert el viernes pasado, si alguien me ayuda, una fe inteligente. Vamos a seguir desarrollando este tema. Antes de empezar a leer me gustaría hacer una oración. Señor Dios te damos gracias Padre por tu palabra, Señor, tu palabra es viva, tu palabra nos transforma, Señor, como tú dijiste a tus discípulos, mis palabras que les hablo son espíritu y son vida, por eso te damos gracias por este espacio en que podemos escuchar tu voz, hablar a nuestro corazón. Nos rendimos a ti Espíritu Santo, nos disponemos delante de ti para seguir aprendiendo, para seguir creciendo en el entendimiento de esta verdad gloriosa, que es un ancla firme para nuestra alma, Señor. Gracias Espíritu Santo, háblanos esta noche, en el nombre de Jesús, Amén. Primera de Juan 5, 4, si lo pueden proyectar por favor, dice así, porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe, Amén. Cuando el pastor leía este versículo la semana pasada, era como que Dios hablaba en mi corazón por lo que él enseñaba y decía, la fe que nosotros tenemos no es algo que se genera de forma humana, Amén, es algo que viene de él, es una fe que nace de Dios, como dice este versículo, todo lo que es nacido de Dios vence al mundo y si nuestra fe es la que vence al mundo, entonces nuestra fe nace de Dios, ni siquiera nuestra fe es algo de nosotros, todo él nos lo ha concedido por su gracia y esto también lo podemos respaldar en Filipenses 1.29, me gustaría que leyésemos también acá para respaldar esta idea, sabemos que Dios nos ha salvado por gracia, por medio de la fe y como dice Efecio, no es de nosotros, es don de él, aquí en Filipenses 1.29 dice, porque a vosotros, este es el apóstol Pablo hablándole a la iglesia de los Filipenses y él dice, porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no solo que creáis en él, sino también que padecáis por él, ahí les está confirmando, a vosotros os es concedido que creáis en él, entonces ahí respaldamos, creer en él es algo que él mismo nos concede y también me gustaría para desarrollar más la idea de hoy, leer en Juan capítulo 6, versículos 44, Juan capítulo 6, versículo 44, hoy amada está súper rápida, dice Juan 6.44, ninguno puede venir a mí, esto es Jesucristo hablando, ninguno puede venir a mí si el Padre que me envió no le trajere y yo le resucitaré en el día postrero, aquí Jesús nos está diciendo, la única forma de que alguien venga a mí, de que alguien crea en mí, es que el Padre mismo lo traiga a mí, entonces Dios es quien nos concede esa fe, seguimos leyendo, el 45, escrito está en los profetas y serán todos enseñados por Dios, así que todo aquel que oyó al Padre y aprendió de él viene a mí, mis hermanos, esta fe que proviene de Dios es un don de él que no está sustentado en nuestra humanidad, y eso para mí es una palabra de esperanza, porque nosotros humanamente muchas veces fluctuamos, nosotros sabemos que somos un espíritu que tiene un alma y que vive en un cuerpo, pues si esta fe estuviese desarrollada o generada en nuestra alma, o sea por nuestra alma, imagínense lo inestable que sería la fe, porque un día nos sentimos bien, otro día no estamos tan bien anímicamente, o estamos llenos de ideas, entonces un día pensamos de una forma más alineada, correcta, otro día tenemos una mezcla de pensamientos, entonces esto nos da seguridad, saber que nuestra fe no está generada, o sea el génesis de nuestra fe no es en nuestra alma, aunque si es verdad que nosotros comprendemos el mensaje del Evangelio por medio de nuestra mente, pero la fe trasciende por encima de nuestra alma, más allá de nuestras emociones, más allá de nuestra lógica, es por eso que si yo te preguntara esta noche, por qué tú crees en Dios, o cómo tú me puedes demostrar científicamente o racionalmente que Dios existe, de repente tú me dices, bueno, no tengo argumentos, puede haber alguna evidencia arqueológica, qué sé yo, etc., pero más allá de todo eso, que si no se encontró la tumba de no sé quién, que descubrieron que existió tal cosa que está en la Biblia, más allá de eso, nuestra fe no está sustentada por una lógica o razonamiento mental, sino que va más allá, es más profundo, es algo que está en nuestro espíritu, que nosotros sabemos que es real, porque como dice su palabra, el espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, que somos hijos de Dios, y esto coincide con lo que estamos leyendo, Jesús dijo, nadie puede venir a mí si no fuere traído por el Padre, y serán todos enseñados por Dios, o sea, en el momento en que tú y yo creímos en el Señor Jesucristo, fue porque el Padre mismo nos atrajo a Él y nos reveló a su Hijo, Él nos concedió creer en su Hijo, nos enseñó en alguna parte de nuestro ser interior, y nos selló con su Espíritu Santo, por eso tenemos esa verdad segura, que trasciende más allá de cómo tú te sientas hoy o mañana, que trasciende más allá de tu lógica, de tu razón, por eso nos da seguridad, porque sabemos, no sé si tú has pensado alguna vez, o te ha venido la idea de, tengo temor de que algún día yo escuche tantas ideas que al final termine creyendo otra cosa, no sé si te ha pasado alguna vez ese pensamiento, pero eso, no, eso puede pasar en tu mente, en tu alma, cualquier cosa, altibajos, pero tu fe está en el Espíritu, amén, el Espíritu Santo está allí dando este testimonio, por eso podemos tener esa seguridad, y por eso no entramos en miedo de, no, y si algún día me pega la luna, entienden, no es así, por eso es que cuando nosotros vemos, conocemos a mucha gente, que está en alguna religión, que es el budismo, lo que sea, un día creen una cosa, bueno, yo conocí a una persona, un ser cercano a la familia, que él, dependiendo de la novia que tuviese en ese momento, tenía una creencia, entonces, si él tenía una novia que era budista, él entonces se metía al budismo, y compraba cosas relacionadas con eso, de la cultura, luego tenía otra novia que era, no sé, testigo de Jehová, entonces iba y hacía las mismas costumbres, pues eso era una fe humana racional, no tenía ningún sustento en el Espíritu, no, no es como la nuestra, sí, en cambio, la nuestra, exacto, nosotros no somos así, no es que un día tenemos la certeza de que Cristo es real y al otro, ya no sabemos dónde estamos, qué hago aquí, si el Espíritu Santo nos ha revelado al Hijo de Dios, estamos sellados con esa verdad, con esa realidad, amén, y eso va, exacto, eso va más allá de nuestra mentalidad humana. Vale, todo esto es una introducción, porque estamos hablando de la fe inteligente, entonces, esta fe de la que estamos hablando, que nos ha concedido el Padre, que viene del Espíritu, esa es una fe inteligente, como nos enseñaba el pastor, que quiere decir, bueno, la idea principal que yo entendí, y espero expresarlo de manera correcta, es que esa fe no es una fe inactiva, sino que es una fe que naturalmente va desarrollando en nosotros la vida que nos ha sido impartida, o sea, nosotros estamos en esa vida, el Espíritu Santo está en nosotros, Dios nos introdujo en Cristo, nos ha impartido su vida, y ahora esa vida en nosotros es una nueva naturaleza que se va desarrollando, amén, en nosotros, o sea, no se queda allí, sino que crece, se desarrolla, como todo lo que tiene vida crece y se desarrolla, sí, todo, absolutamente todo lo que está vivo crece y se desarrolla, si por ejemplo, dejamos un trozo de comida a la intemperie, y vemos como se empieza a descomponer, porque se descompone, que pasa allí, porque están desarrollándose una vida, microorganismos, bacterias, que la están descomponiendo, que se están alimentando de eso, entonces, todo lo que tu dejes, o sea, la vida empieza a crecer, no se queda allí, crece, y esa vida que Dios nos ha dado, crece también, y esa es la fe inteligente, Dios nos ha dado una naturaleza en su Hijo, uno de los aspectos que me gustaría tocar hoy, es acerca de cómo esa vida va creciendo en nosotros, y es que esta fe inteligente nos lleva a conocer cada vez más a Dios, a crecer en el conocimiento de Dios, es algo natural en nosotros, los hijos de Dios, que queramos conocerle más, fíjense los versículos que estábamos leyendo ahora, Jesús dice, porfa, me pones el último, Juan 6, 45, exacto, y serán todos enseñados por Dios, así que todo aquel que oyó al Padre y aprendió de Él, viene a mí, cuando Jesús menciona esto, y serán todos enseñados por Dios, Él está haciendo referencia a una profecía de Isaías, que está en Isaías 54, vamos a leer Isaías 54, desde el versículo 10, Isaías 54, 10, ahí está, y fíjense, Isaías está profetizando por medio del Espíritu de Dios, y Él está hablando cientos de años antes de Cristo, pero ya está hablando del pacto que Dios traería por medio de Él, dice, porque los montes se moverán, y los collados temblarán, pero no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará, dijo Jehová, el que tiene misericordia de ti, siguiente, pobrecita fatigada con tempestad, sin consuelo, es aquí que yo cimentaré tus piedras sobre carbuncle, y sobre zafiros te fundaré, está hablando de un cimiento firme y estable, sabemos que el fundamento firme y estable es Jesucristo, tus ventanas pondré de piedras preciosas, tus puertas de piedras de carbuncle, y toda tu muralla de piedras preciosas, y todos tus hijos serán enseñados por Jehová, es lo que decía Jesús, y se multiplicará la paz de tus hijos, y leemos el catorce, con justicia serás adornada, está hablando de la justificación que recibiríamos por medio de Cristo, amén. Entonces todo este pasaje hace referencia a ese nuevo pacto, y fíjense que dice, serán todos enseñados por Dios, pues estudiando esto, el Señor me llevaba a entender que la esencia del nuevo pacto, o sea, la diferencia, una diferencia abismal que había entre este nuevo pacto y el primero, el antiguo, es que en este nuevo pacto nosotros podemos, tenemos el privilegio de poder conocerle a Él, conocerle mediante una experiencia personal, o sea, una revelación directa de Él en nuestro corazón, así es como Él nos enseña. El antiguo pacto no se basaba en este conocimiento de esta forma, lo iremos desarrollando esta idea. Fíjense, el antiguo pacto, la base era lo que dice Galatas 3.10, vamos a leerlo, yo sé que estamos leyendo mucho, pero espero que se entienda la idea, Galatas 3.10 al 12, fíjense, esto era como que la esencia del primer pacto, vamos a leerlo, dice, Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está, maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley para hacerlas, y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, el justo por la fe vivirá, y aquí está el punto clave, y la ley no es de fe. Vamos a leer esa primera frase todos juntos, y la ley no es de fe, sino que dice, el que hiciere estas cosas vivirá por ellas. El antiguo pacto no requería fe realmente, ¿por qué? Porque había una ley establecida que decía, si ustedes guardan todas mis ordenanzas, tendrán bendición, si no, pues maldición. No hacía falta fe para cumplir todo lo que te dijeran, tú simplemente decías, yo no me quiero morir, entonces yo ya sé que el día de reposo no hago nada, no trabajo, no hago nada, y puede ser que tú ni siquiera tenías una fe genuina en Dios, pero como no querías morirte, pues cumplías, y podría ser que alguien te preguntara, ay, y ese Dios que te ha dicho que no trabajes en el día de reposo, ¿cómo es ese Dios? Tú lo conoces, bueno, el que lo conoce es Moisés, él es el que ha subido allá, el que ha hablado con él, pero nosotros mantenemos distancia porque es que, ¿sabes?, nos da un poco de miedo, vemos los truenos, entonces nosotros nos limitamos a hacer lo que Dios nos dice, ¿sí? La ley no es de fe, solamente si la cumples vivirás, si no, maldición. Exactamente. Fíjense la diferencia abismal con este nuevo pacto que hoy en día tenemos nosotros. Ahora, nosotros conocemos a Dios mediante una revelación viva de su Espíritu Santo, que por medio de la fe, por su gracia, Dios nos imparte su vida. Exacto, la ley no requería fe, y hermanos, si nosotros leemos lo que es el nuevo pacto, nos daremos cuenta que todo está basado en la fe, vamos a leerlo, Hebreos capítulo 8, versículo 6. Hebreos capítulo 8, desde el versículo 6. Entonces, miremos esto. Dice, pero ahora, tanto mejor ministerio es el suyo, el de Cristo, cuanto es mediador de un mejor pacto establecido sobre mejores promesas. Porque si aquel primero, el que no requería fe, hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo. O sea, si Dios hubiese dicho, bueno, a mí no me importa tanto la fe, yo lo que quiero es que ustedes hagan y ya está. Si Dios no hubiese establecido un mejor pacto, un nuevo pacto, nos hubiésemos quedado con el primero. Pero al introducir un nuevo pacto, nos enseña que el primero no era perfecto. Porque reprendiéndolos dice, He aquí vienen días, dice el Señor, en que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto. No como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto. ¿Por qué ellos no permanecieron en mi pacto y yo me desentendí de ellos? ¿Por qué? Porque no había fe de por medio. Era simplemente, si haces, y como ellos no eran perfectos para hacerlo todo bien, pues al final terminaron violando. Porque por cuando todos han pecado, todos están destituidos en la gloria de Dios. Entonces Dios no le quedó de otra que desentenderse de ellos. Esa era la ineficacia del primer pacto. Entonces, siguiente, por lo cual, debido a eso, este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor, pondré mis leyes en la mente de ellos y sobre su corazón las escribiré, y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo. Amén. Vamos a ir poco a poco. Empezamos por aquí. Entonces, en el primer pacto, ¿la ley dónde estaba escrita? En tablas de piedra. O sea, Dios se las dio a Moisés y él le dijo, esto es lo que Dios quiere de ustedes. Y la gente pues veía y interpretaba a su manera, pero no estaba en sus corazones. Pero aún más allá de los diez mandamientos que estaban en esas tablas de piedra, no conocían el corazón de Dios. Porque, mis hermanos, conocer la ley de Dios no es conocer todos los estatutos que estaban escritos. Porque Jesús le decía a los discípulos, vosotros no sabéis de qué espíritu sois. Misericordia quiero, no sacrificio. O sea, hay muchas cosas que estaban escritas, pero no es sólo lo que está escrito, la letra escrita. Es la esencia, la intención, el espíritu con que fue escrita. Amén. Porque Jesús lo dijo, la letra mata, pero el espíritu vivifica. Entonces, conocer el corazón de Dios va más allá de entender la ley escrita. Es entender la intención, el espíritu de Dios, la mente del Señor. ¿Y cómo podemos nosotros entender la mente del Señor? Por el Espíritu Santo. Amén. Porque lo dice la palabra. ¿Quién conoció la mente del Señor? Sino el espíritu que está en él. Y, mis hermanos, cuando aquí está diciendo, pondré mis leyes en la mente de ellos y sobre su corazón le escribiré lo que está diciendo. Yo les voy a impartir mi espíritu para que ellos puedan conocerme, para que ellos puedan entender lo que hay en mi mente, lo que hay en mi corazón. ¿Sí? Amén. Entonces, ven, es más allá que decir, bueno, Dios quiere que sepamos los diez mandamientos. No, o sea, es lo que está diciendo. ¿Sí, pastora? Amén, amén. Guau. Sí. Guau. Sí. Sí. Amén, amén. Guau. Amén. Sí. Guau. Amén. Así es. Amén. Guau. Así es. Sí. Así es. Amén, amén. Así es totalmente. Es que, fíjense, cuando Jesús vino y enseñaba, Él les decía, ustedes oyeron, ojo por ojo, diente por diente. ¿Sí? ¿Quién había dicho ojo por ojo, diente por diente? Dios. Dios, exacto. Y Jesús luego dice, más Dios digo, que si alguien te da una mejilla, pon la otra. Entonces tú dices, pero, pero ya va. Si Dios había dicho eso, Jesús, ¿por qué tú cambias? No es que Él estaba cambiando, es que Jesús conocía el corazón de Dios. Amén. Y eso es lo que ahora Dios nos ha impartido por medio de su Espíritu Santo, el poder conocerle. Amén. Poder conocer su corazón. Por eso es que Jesús decía, ustedes, ¿verdad?, saben, está escrito, no adulterarás, más Dios digo, que si ustedes den, ¿sí? Entonces, es más allá, claro, es más allá de lo que está escrito. Él decía, ustedes han oído, no matarás, ¿verdad? Está escrito, no matarás, más Dios digo, que todo aquel que aborrece a su hermano, exacto. Entonces el corazón de Dios va, es mucho más profundo, ¿sí? Y eso es lo que Dios por medio de este nuevo pacto nos ha impartido, lo cual no estaba en el antiguo pacto, que no requería fe, ¿vale? Entonces ahí vamos entendiendo la diferencia, ¿sí? Vamos a seguir leyendo el siguiente versículo, por favor. Y ninguno enseñará a su prójimo, lo que estamos hablando, ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano diciendo, conoce al Señor, porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos. Amén. Porque seré propicio a sus injusticias y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades. ¿Por qué dice todos me conocerán? Porque el conocimiento de Dios ya no es algo externo, ya no es algo exterior, ¿sí? Que tengamos que ir a buscarlo, que el pastor de aquella congregación lo tiene, sino que el Espíritu mismo que nos habita, Él, nos enseña todas las cosas, ¿sí? Por eso dice todos me conocerán. Ahora, esto no quiere decir que no podamos aprender de otros, porque el Señor usa a personas para que podamos crecer en la Palabra, para que podamos ser edificados, ese es otro tema. Pero ahora, lo que nos está diciendo es que nosotros contamos con este privilegio de que somos partícipes del Espíritu Santo, que nos revela al Padre y al Hijo, ¿amén? Y podemos conocer su corazón. Mis hermanos, la palabra conocer, vamos a leer Juan 17, versículo 3. Juan 17, versículo 3. Seguimos con conocer a Dios. Juan 17, versículo 3. Jesús está orando por sus discípulos, y mientras ora dice, y esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, al único Dios verdadero y a Jesucristo a quien has enviado, ¿amén? La palabra conocer que utiliza en este versículo viene del griego gynosco, que más de una vez el pastor nos ha hablado de esto. Gynosco significa propiamente conocer, especialmente a través de una experiencia personal, conocimiento de primera mano. Así es como nosotros conocemos a Dios, ¿amén? Es una experiencia de primera mano. Ya no es por medio de un tercero que nos diga, mira, Dios es así, tienes que hacer esto que le agrada, esto. El mismo Espíritu Santo de primera mano nos da esa experiencia personal con Él. Mis hermanos, y eso es maravilloso porque Jesús lo está diciendo, esa es la vida eterna, conocer a Dios. Y nosotros tenemos ese privilegio de que podemos, o sea, la vida eterna no es algo que algún día, ¿entienden? Nosotros ahora mismo tenemos, exacto, tenemos esa vida impartida en nosotros. Conocemos a Dios y crecemos en el conocimiento de Él, eso es experimentar su vida eterna aquí en la tierra. O sea, no tenemos que esperar hasta morir, ¿sí? Tenemos la vida, Cristo es la vida y podemos conocerle. Y mis hermanos, yo les digo una cosa, que bueno, todavía estoy aprendiéndolo, ¿no? Porque el Señor nos va enseñando, pero a medida que nosotros transcurrimos por esta carrera que es la vida, nos vamos dando cuenta, por la gracia de Dios, de que no hay ninguna cosa en este mundo que se pueda comparar con el conocerle a Él, ¿amén? O sea, nada, todo lo que nosotros vemos, todo lo que ven nuestros ojos, nuestros sentidos, todo es temporal, todo es pasajero. Pero el conocer a Dios es la vida eterna, es la eternidad. Por eso, Dios nos impulsa, esta fe inteligente nos impulsa a crecer en el conocimiento de Él cada día. Nos lleva naturalmente, porque ahí está la vida. Entonces, es como tu cuerpo te pide lo que es necesario para la vida, ¿no? Si no has bebido agua por mucho tiempo, ¿qué sientes? Set. Si no has comido por muchas horas, ¿qué sientes? Hambre. Y si no has descansado, ¿qué sientes? Sueño. El cuerpo te va a llevar a buscar lo que es necesario para la vida. Si necesitas líquido, hidratarte, lo vas a sentir como los labios se te van a resecar, el rostro se te reseca y dices, oye, me hace falta agua, me hace falta líquido. Si no has descansado, pues te salen ojeras, te sientes que no puedes más con tu vida y dices, necesito recostarme, necesito descansar. Si tienes los ojos resecos, sientes que tienes que echarte agua, ¿me entiendes? El cuerpo siempre te va a pedir lo que es necesario para el desarrollo, el crecimiento de la vida. Pues lo mismo pasa en nuestro espíritu. Esta fe, esta fe inteligente que está en nosotros, nos lleva, nos pide por naturaleza, aquello que hace crecer la vida en nosotros. ¿Y qué es eso? Pues crecer en el conocimiento de Dios. Por eso es que cada día los verdaderos hijos de Dios, que tenemos el Espíritu Santo en nosotros, tenemos que sentir esa necesidad. Necesito crecer en conocerte a Dios, en entenderte, en entender tu corazón, porque la vida está en nosotros, pero nosotros ahora tenemos que permitir que esa vida absorba todo, nuestra mente, nuestra alma. Porque a veces nuestra mente, aunque la vida está en nosotros, en nuestro espíritu, nuestra mente ha aprendido muchas cosas, tiene muchos hábitos, muchos estorbos y necesitamos que esa vida que nos ha sido impartida de adentro hacia afuera vaya absorbiendo todo, tomando lugar, tomando terreno en nuestra mente, poco a poco. Y te darás cuenta que en la tierra eso es lo que nosotros vamos a hacer. Cada día ir creciendo para que cada vez esa vida nos absorba y nos consuma más a nosotros y tome más terreno para que se exprese más. Eso va a ser la consecuencia. El fruto visible va a ser que a medida que esa vida vaya creciendo y te vaya consumiendo a ti, esa vida cada vez más va a ser visible a los que están a tu alrededor. Realmente nosotros no tenemos que pensar tengo que expresar la vida, tengo que expresar la vida, tengo que expresar la vida, porque lo que es natural, ¿verdad?, se producirá cuando tú alimentes esa vida en ti. O sea, la vida no necesita tu esfuerzo humano para mostrarse, espero que se me entienda la idea. Lo que necesita la vida es crecer y ya está. Es como, imagínense una mujer que está encinta, que está embarazada y ella tiene su bebé dentro y ella sabe que está embarazada porque se hizo las pruebas pero todavía no se le nota nada. Pero ella dice yo quiero que los demás vean que estoy embarazada ya, o sea ya. No se me nota nada pero yo necesito, o sea, ¿qué hago?, ¿qué hago? Necesito mostrarlo ya. O sea, tráeme la máquina del ecosonograma, hagamos un live en directo que todos vean lo que hay dentro. Dice tranquila, simplemente deja que la vida crezca, alimenta la vida. Ella va a crecer y se notará, se notará y llegará a un punto en que incluso se manifestará afuera, ¿sí?, será visible. Entonces eso, nuestro pensamiento no debe ser tengo que hacer esto. Tú disfruta del Señor, o sea, crece en conocer al Señor, en conocerle a Él y la vida misma crecerá y se expresará a los que están afuera. Ese debe ser nuestro disfrute, conocerle a Él. Eso debe ser nuestro enfoque, nuestra prioridad diaria. Y créanme, hermanos, que no hay nada mejor. O sea, yo busqué una cita que me gustaría que hablásemos también hoy, para mostrarse un momento. Mateo capítulo 13, versículo 45. Mateo capítulo 13, versículo 45. Mateo 13, versículo 45. Y dice así, Jesús está enseñando una parábola y dice, también el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas. Que habiendo hallado una perla preciosa, fíjense esto, fue, ¿y qué hizo? Vendió todo lo que tenía y la compró. Amén. Esa perla es eso, es esa vida que nos ha sido dado. El mercader vendió todo lo que tenía. Todo lo que él tenía representa lo temporal. Y él lo cambió todo por esa vida, o sea, por esa perla preciosa. Lo que nos está enseñando es, mis hermanos, que nuestra prioridad sea esa vida. O sea, que cada día nosotros nos despertemos y que nuestro deseo sea, Señor, mi propósito hoy es crecer en el conocimiento de Ti, que Tu vida crezca en mí. Anhelo conocerte, tengo esa necesidad en mí. Quiero que esta vida Tuya crezca en mí, que se exprese a los demás. Quiero conocer Tu corazón, quiero disfrutarte, conocer Tu paternidad, quiero poder disfrutar lo que es saber que soy abrazado por Ti, amado por Ti. Mis hermanos, si nosotros no tenemos ese conocimiento, no disfrutamos de la vida de Él, porque se nos pasa la vida y sí, podemos ser portadores de Su vida, de Su gloria, somos salvos, todo lo demás, pero imagínense pasar por esta tierra, tener toda esa riqueza, y en ningún momento habernos sentado siquiera a pensar y a entender, wow, Dios es mi Padre, Él me ama, es mi Padre, me abraza. Crecer en ese entendimiento de Su paternidad. Eso es tan importante, mis hermanos, porque nosotros somos seres que hemos sido creados para depender de Él, o sea, nuestra dependencia está en Él. Y hay una necesidad natural en nosotros de poder estar apegados a nuestro Padre, depender de Él, o sea, arrojarnos en Sus brazos y saber que somos amados. Es una necesidad vital. Y es importante que nosotros podamos, en esta vida que tenemos, en esta vida terrenal, pues, cada día crecer en eso, porque esa es la perla preciosa que nosotros tenemos. Si en algún momento nosotros sentimos, wow, que los afanes de la vida me absorben, pueden más que yo, la ansiedad me está destruyendo, el estrés, de repente deberíamos preguntarnos, ¿cuánto yo estoy invirtiendo en conocer esa paternidad de Dios, a mi Padre? Sí, porque mientras más yo lo conozca, más yo sé que Él cuida de mí, más yo sé que Él me abraza, más yo sé que Él me ama. Y eso, pues, el perfecto amor echa fuera el temor. Cuando sabemos que tenemos un Padre celestial que nos arropa, que cuida de nosotros, aun en los peores momentos, mis hermanos, todos hemos pasado por momentos difíciles, no solamente circunstancias difíciles, todos hemos pasado por momentos en que nos sentimos, wow, hoy, o sea, no llego a la altura, no di la talla, o sea, Señor, hoy te fallé horrible. En esos momentos, en esos momentos, mi hermano, has tú tenido la disposición de decir, Padre, sí, fallé, pero aquí estoy, me rindo a tu abrazo. Quiero poder experimentar tu abrazo incluso en mi peor momento. ¿Por qué? Porque Dios, imagínate, conocer la paternidad de Dios, incluso los días que no eres tan bueno como quisieras ser. Pero Dios es ese Padre que nos abraza, que nos ama, que quiere que experimentemos su amor. Por ejemplo, se me viene a la mente la mujer adúltera, que fue sorprendida en adulterio. No dice una mujer que supuestamente estaba en adulterio o que fue acusada, no, fue sorprendida en el acto mismo. Y cuando ella fue arrojada a los pies de la cruz, bueno, por la gracia de Dios, fue arrojada a los pies de Jesús y no a los pies de otra persona. Porque ahí, estando a los pies de Jesús, ella pudo encontrar el amor, el amor incondicional que le dijo, yo no te condeno. Y la corrigió, le dijo, ven y no peques más, porque el amor te corrige. Un Padre corrige, pero también un Padre, o sea, le demostró, en mí no hay condenación. Entonces, que podamos ser abrazados por ese Padre, crecer en ese conocimiento de Dios. La fe inteligente nos lleva a crecer en el conocimiento de nuestro Padre, de esa paternidad que tenemos en Él. Y esa es la esencia del nuevo pacto, la diferencia con el primer pacto, ¿sí? Ahí vemos cuan grande diferencia, ¿no? Había. Es un pacto que está basado en eso, en mejores promesas. Para ir concluyendo, me gustaría que pudiésemos leer un par de versículos. Primera de Corintios, capítulo 3, versículo 11. Primera de Corintios, capítulo 3, versículo 11. Nuestra fe tiene un fundamento sólido y firme, ¿amén? Y ese fundamento es Cristo, lo dice este versículo, porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Fundamento es como la base, lo que sostiene todo. O sea, nuestra vida está cimentada sobre ese fundamento, edificada sobre ese fundamento, que es Jesucristo mismo. Imagínense la estabilidad que tenemos en Él. No es algo que fluctúa, no es algo que, como la voz de un hombre que está en la bolsa, ¿no? Que hoy está aquí y mañana está allá, como la bitcoin, que un día está aquí y tiene, wow, crecí al mil por ciento y al día siguiente lo pierdes todo. Es un fundamento firme, un fundamento sólido. Y cuando yo leía esto se me venía a la mente el hombre que edificó su casa sobre la roca. Dice que venían ríos, soplaron vientos y su casa no cayó porque estaba cimentada sobre la roca, sobre el terreno sólido, cual es Cristo. Y por último, me gustaría leer Hebreos 6, Hebreos 6, ya les voy a decir el versículo, Hebreos 6, 17. Hebreos 6, 17. Fíjense, Dios nos dio la vida, Dios nos dio la vida, y Dios nos ha dado esta fe, nos la ha concedido, y nos ha dado promesas que son sólidas. Nuestra esperanza es sólida, nuestra esperanza no es fluctuante. O sea, todo lo que hemos hablado hoy del nuevo pacto, de esta fe que Dios nos ha concedido, de esta fe inteligente, no sé por qué pero tenía ese deseo de transmitirles eso. Es algo sólido, no es algo, sí, ni tampoco es algo, ¿cómo se diría la palabra? Inestable, exacto, exactamente. Entonces dice, por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento para que por dos cosas inmutables en las cuales es imposible que Dios mienta, es imposible que Dios mienta, tengamos qué cosa? Un fortísimo consuelo. Mi hermano, esto es nuestro consuelo, las buenas nuevas del Evangelio, amén. Y cuando nosotros leemos esto nos damos cuenta, guau, o sea, ¿a qué me aferro yo cuando me siento desesperado o cuando quiere venir el miedo, el temor? Nuestro mayor consuelo es este Evangelio, estas buenas nuevas, estas promesas que tenemos en él, es lo único suficientemente sólido y firme de lo que nosotros podemos aferrarnos con seguridad, amén. Y seguimos leyendo, que tengamos un fortísimo, perdón, el anterior porfa, que me hice spoiler ya, que tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos, aferrarnos de la esperanza puesta delante de nosotros, ahora sí el 19, la cual tenemos como segura y firme ancla del alma y que penetra hasta dentro del velo, amén. Mis hermanos, el ancla es un elemento que se usa para que el bote o el barco quede aferrado, asido a un lugar estable y no sea arrastrado por las olas y las corrientes, pues esta esperanza, estas promesas que tenemos en él, de las cuales nos aferramos por la fe, la fe que él mismo nos ha concedido y que nos preserva él, o sea, es él, pues esta esperanza es nuestra firme ancla para nuestra alma, para nuestra alma. Y con esto concluimos, ¿por qué dicen nuestra alma? Porque nuestra alma es esa parte de nosotros, que muchas veces vemos las circunstancias, vemos los problemas, nos sentimos mal, tal cosa, y como que muchas veces queremos ser arrastrados por las tormentas, tormentas exteriores y tormentas interiores en nuestra alma, en nuestra mente, pero este Evangelio, esta esperanza es esa ancla sólida que mantiene nuestra alma ahí, anclada. Amén, amén. Gracias.

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