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The speaker discusses the importance of having a clear vision in life, particularly in a spiritual and ministerial context. They explain that vision determines our message and the decisions we make. The speaker defines vision as the way we see the world, life, people, and the Gospel. They emphasize the importance of having an eternal vision rather than a temporal one. Using the example of Moses, the speaker highlights the significance of renouncing, preferring, and considering in relation to vision. They explain that vision determines our life's direction and our decisions. The speaker also mentions that being a pilgrim and temporary resident helps us distance ourselves from worldly desires that go against our soul. They share a personal anecdote about living in a challenging place and how people's vision can be divided between their physical location and their place of origin. Ultimately, the speaker emphasizes that vision determines our way of life and the choices we make. Buenos días. ¿Cómo están? Muy bien. Preparados para seguir siendo entrenados en la palabra de justicia. Amén. El tema que quiero compartir en esta mañana, entendiendo que estamos en un ámbito pastoral y de liderazgo de servidores, tiene que ver con la visión. Y si va a tomar nota, el tema es la visión eterna determina el mensaje. La visión eterna determina el mensaje. Todos conocemos, todos sabemos la importancia de la visión en la vida de una persona. Y sabemos las dificultades, aún en el ámbito físico, las dificultades que acarrea la falta de visión. Ahora cuando vamos creciendo algunos, avanzando en años, ya la visión no es la misma, ¿no? Entonces hay que buscar ayuda para poder ver correctamente, porque necesitamos de la visión, necesitamos tener una visión clara. Y cuando hablamos de la visión en el plano espiritual y en el plano ministerial, una de las realidades que entendemos es que una visión impregnada de temporalidad nos va a llevar a tener un determinado mensaje, pero una visión impregnada de eternidad nos va a llevar a otro tipo de mensaje. Y nosotros tenemos que definir qué visión queremos tener. Si una visión impregnada de temporalidad o una visión impregnada de eternidad. Ahora, ¿qué es la visión? Voy a definir un poquito para entender de qué estamos hablando, porque aún en el plano evangélico el concepto de visión ha sido de alguna manera mal interpretado. La visión es básicamente la acción y el efecto de ver. Esa es la definición más obvia y más sencilla de lo que es visión. También se entiende como visión un punto de vista particular sobre un tema o sobre un asunto. Esta es mi visión sobre lo que está sucediendo. Entonces un punto de vista que tenemos sobre algún tema en particular. También se entiende como visión la creación de la fantasía o imaginación que no tiene realidad y que se toma como verdadera. Alguien dice yo veo algo pero que en realidad no es una realidad, sino que es parte de su imaginación. Esto también se conoce como visión. Y como dije hoy, en el ámbito evangélico se habla mucho y sobre todo en el ámbito ministerial de la visión. ¿Cuál es tu visión? Yo estoy siguiendo la visión que Dios me dio. Ahora, ¿a qué nos referimos como visión? Bueno, algunos toman visión como una meta o objetivo. Algunos al referirse a visión lo que están diciendo es esta es mi meta o este es mi objetivo. Mi visión es tener una congregación influyente en la ciudad. Bueno, es una meta, es un objetivo. Algunos lo toman como una visión. Otros toman la visión como un mecanismo para el éxito. Dios me dio esta visión y allí escriben el libro sobre la visión que Dios le dio y arman un programa para enseñar a otros cómo lograr el éxito en base a la visión que Dios les dio. Entonces confunden visión con un esquema que supuestamente los va a llevar al éxito. Y también la visión se entiende como un punto de unidad y de convergencia. O sea, nos unimos porque perseguimos lo mismo. Nos unimos porque tenemos la misma visión, decimos. Estos son los distintos énfasis que hay o conceptos que se manejan en torno a la visión. Pero la visión a la que vamos a referirnos nosotros es más sencilla, ¿sí? Y es ni más ni menos que la forma en que vemos el mundo, la forma en que vemos la vida, la forma en que vemos a las personas y la forma en que vemos al Evangelio. ¿Sí? Tan sencillo como eso. Vamos a hablar de cómo vemos. Eso es visión. ¿Cómo vemos el mundo? ¿Desde dónde vemos el mundo? ¿Desde dónde vemos a las personas? ¿Desde dónde vemos la vida? Nuestra vida y la vida de los demás. ¿Desde dónde vemos el Evangelio? Eso es visión, ¿sí? ¿Qué vemos nosotros con respecto a estas cosas? La visión en este sentido es tan importante porque determina nuestra forma de vida y nuestras decisiones. Según cómo veamos el mundo, según cómo veamos la vida, según cómo veamos el Evangelio, serán las decisiones que tomemos. O sea, cuando vemos a la iglesia tradicional evangélica hoy, y somos un tanto críticos en muchas cuestiones, pero es ni más ni menos que el resultado de la visión que tiene el liderazgo. La visión que tienen muchos acerca del Evangelio, de la vida, el resultado de eso es la iglesia que vemos. Porque no puede haber una visión, una forma de ver y un resultado que sea diferente a eso. El resultado va a ser proporcional a lo que vemos. ¿Está bien? Entonces, por ejemplo, quisiera comenzar con Hebreos capítulo 11. Hebreos capítulo 11. Versículo 24. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija de Faraón, prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado, consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al invisible. Fíjense, hay tres palabras aquí que son claves en estos versículos. Versículo 24. Renunció. Estamos hablando de una acción decidida, de una determinación que Moisés tomó. Él tomó una decisión debida, tomó una decisión que iba a marcar su vida para siempre, y esa decisión fue renunciar a algo que la mayoría de la gente jamás hubiera renunciado. Una posición económica, una posición de prestigio, una posición de poder, pero él renunció. En el versículo 25, prefirió. Diga conmigo, renunció y prefirió. Son decisiones. Renunció, por un lado, y lo opuesto es prefirió o eligió. Son decisiones debidas. ¿Moisés renunció a qué? Renunció a una posición. Ser llamado nieto del faraón. Y todo lo que conllevaba eso, en términos de poder, como dije, en términos de prestigio, en términos económicos, sociales, y todo lo que representa. Prefirió ser maltratado. Esto es una locura para nosotros, ¿no? En un mundo donde todos buscamos evitar el sufrimiento y abrazar el éxito, Moisés renunció al éxito para abrazar el sufrimiento. ¿Sí? Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Y la tercera palabra es en el versículo 26, consideró. Así que diga conmigo, renunció, prefirió, consideró. ¿Ven? Tres acciones determinadas. Tres acciones que marcaron su vida. Tres acciones que, años después, muchos miles de años después, el escritor a los hebreos lo resalta como una tremenda virtud, por la fe. Ahora, les dije que había una palabrita que tenían que subrayar. ¿Cuál era en el 26? La razón. ¿Por qué? Porque la pregunta sería ¿por qué? ¿Por qué renunció? ¿Por qué prefirió? ¿Por qué consideró? ¿Por qué? Porque tenía la mirada. Visión. ¿Ven? Como la visión determina la forma de vida. ¿Sí? La visión nos ubica, la visión nos posiciona y la visión determina lo que decidimos. La visión determina a qué renunciamos. La visión determina qué preferimos y la visión determina cómo consideramos. ¿Ven? Tenía la mirada puesta en la recompensa. Si él hubiera tenido la mirada puesta en el hoy, en el presente, seguramente ni hubiera renunciado a lo que renunció, ni hubiera preferido lo que prefirió. Su consideración hubiera sido diferente. Pero por cuanto tenía la mirada puesta en lo trascendente, en lo eterno, no en lo temporal, entonces él tomó estas decisiones. Y el 27 lo resume diciendo Por la fe salió de Egipto sin tener de miedo al rey. Otra actitud de vida. ¿Sí? No le tuvo temor a lo que cualquiera le hubiera tenido temor porque el rey tenía poder para destruirlo si quería. No sólo a él sino a todo el pueblo de Egipto, de Israel, perdón. Pero se mantuvo firme, y otra vez la visión, como si estuviera viendo al invisible. ¿Qué veía Moisés? Veía la recompensa. ¿Qué veía Moisés? Veía al invisible. ¿Ven? La visión determina el rumbo de nuestra vida. ¿Amén? Según dónde esté enfocada nuestra visión. Ahora primera Pedro, primera carta del apóstol Pedro, capítulo 2, versículo 11. Dice algo que después también lo dice Hebreos, pero para no leer tanto, Hebreos, capítulo 11, lo repite a esto también, refiriéndose no sólo a Moisés sino a varios de las personas que resalta Hebreos 11. Pero el primero de Pedro 2, 11, lo voy a leer en la NTV, no la traducción viviente, me gusta cómo lo explica. Dice, queridos amigos, ya que son extranjeros y residentes temporales, la palabra peregrinos, residentes temporales, les advierto que se alejen de los deseos mundanos que luchan contra el alma. ¿Ven? ¿Quién puede alejarse de los deseos que luchan contra el alma? El que se considera un peregrino y extranjero. O un extranjero y un residente temporal. Y eso determina la visión. Eso determina la visión. Recuerdo que cuando llegamos al lugar donde vivimos en Argentina, que es la provincia de Tierra del Fuego, es una isla, lo más sur, lo más austral de Argentina y del continente americano. Ese lugar, al ser un lugar muy inhóspito, el clima es frío todo el año. Prácticamente no hay verano. Nuestro verano son de 16, 17 grados de temperatura, 18. Entonces es un lugar de mucho viento. Hace dos días hubo una alerta meteorológica, hace dos días, de ráfagas de 120 kilómetros por hora. Y los vientos de 50, 60, 70 kilómetros son normales. Entonces no es un lugar que uno elegiría para ir a vivir. Pero hace muchos años, por una cuestión geopolítica, se estableció una ley de promoción industrial para esa tierra, donde no se paga IVA, donde las industrias son exentas de muchos impuestos y se establecieron muchas fábricas. Y eso hizo que mucha gente de distintas provincias de Argentina vayan, especialmente jóvenes, busquen esa tierra por un futuro económico, por buen trabajo, buena paga, entonces van allí. Y cuando nosotros llegamos allí hace 37 años, a esa ciudad, lo que notamos es que la gente vivía ahí, pero no vivía ahí. O sea, vivía ahí físicamente, pero su mirada seguía en su provincia. Yo soy surestero, Hernán estuvo en Río Grande, allá en nuestra ciudad, cuando fuimos por ahí cerca y no nos conocimos, nos vinimos a conocer en España. Mucha gente iba a vivir allí, pero su corazón seguía en su lugar de origen. Entonces ganaban muy bien en esa época, mucho dinero. Incluso cuando llegamos nosotros había ciertas empresas que pagaban en dólares a los empleados y les daban casa, a veces la casa moblada. Y la gente vivía, los que no le daban casa se hacían una casa de madera muy precaria y vivían, la parte externa de las casas no estaba arreglada, no les preocupaba demasiado, porque todo el dinero que ganaban lo enviaban a su lugar de origen para hacerse una casa. Porque la mentalidad ¿cuál era? Aquí vamos a estar poco tiempo, hasta hacer un poco de dinero y luego nos vamos. Entonces vivían como peregrinos, residentes temporales. O sea, nunca se asentaron en el lugar porque físicamente estaban allí, pero su corazón estaba en su tierra. Después con el paso del tiempo empezaron a nacer los hijos y a crecer los hijos y muchos fueron afianzándose. Esa era la condición, no les preocupaba tanto la cuestión estética, no les preocupaba tanto cómo vivían allí porque estaban mirando hacia su lugar. Ahora, aquí dice la palabra que nosotros somos peregrinos y extranjeros en este mundo. Y la persona que dice yo acá voy a vivir para siempre va a vivir de una manera y el que dice yo acá estoy de paso va a vivir de otra manera. Entonces, nosotros estamos ahora en Terraza, allí al lado de Barcelona, vinimos por tres meses y estamos en un departamento que no le vamos, lo rentamos al departamento y no nos vamos a poner a comprar una licuadora, un mueble. ¿Por qué? Porque estamos de paso, porque estamos de paso. Es diferente estar en nuestra casa donde compra hasta lo que no necesita. No sé si pasa acá, pero porque estamos allí. Entonces, necesitamos definir cuál es nuestra visión. Si la visión nuestra es una visión aferrada a lo temporal o si entendemos, como Moisés lo entendía, que aquí estamos de paso y que somos residentes temporales de este mundo. ¿Amén? Somos residentes temporales. Entonces, la visión que nos plantea aquí, la visión del peregrino, podríamos decir, del residente temporal, trasciende a este mundo y nos permite enfocar nuestro mensaje aún en cuestiones eternas. Después lo vamos a ver, pero si somos honestos, mucho del mensaje evangélico que hoy se predica está más ligado a las cuestiones temporales que a las cuestiones eternas. Entonces, esto tiene que cambiar, porque ese no fue el mensaje de los apóstoles. Este no es el mensaje de Hebreos capítulo 11. Estamos muy aferrados. No quiero meterme mucho allí, pero uno ha escuchado tantos mensajes sobre reclamar las promesas de Dios. Reclame las promesas, porque si Dios lo dijo, Dios está obligado. Atráigala, materialice las promesas de Dios. Y creemos en las promesas de Dios, pero desde la perspectiva de Dios y no de nuestro capricho. Y Hebreos dice que hubo gente que se mantuvo con fe y que murió sin recibir las promesas. Muchos de estos hombres que menciona Hebreos, y mujeres, murieron sin, después déjalo por favor, sin recibir lo prometido. Los saludaron de lejos. Ahora, no es que no recibieron cosas materiales. Seguramente las recibieron algunos, pero entendieron cuál era la promesa por excelencia. ¿Qué es la promesa que ellos no recibieron? ¿Cuál fue la promesa que Moisés no recibió? Cristo. Cristo. Ellos no lo vieron, ellos lo saludaron. Es muy interesante, yo no sé si usted prestó atención a lo que dice aquí. Pues está hablando de Moisés, escuche, de Moisés. Miles de años antes del nacimiento de Cristo, ¿está bien? Ahora mire lo que dice. Consideró, versículo 26, que lo probió por causa del Mesías. ¿Qué sabía Moisés del Mesías? ¿Qué sabía Moisés del Mesías? Algo sabía. Por causa de una visión eterna. Desde el ámbito de la eternidad, Moisés vio al Mesías. Después en el monte de la transfiguración se encontró con el Mesías. Exactamente, pero lo que entendía, de las dos formas, ¿no? El enfoque dependía de lo que entendía, y lo que entendía se retroalimentaba con la mirada que él tenía, con el enfoque. ¿Dónde tenía puesta la mirada? Bien, entonces, el mensaje, ahora vamos al mensaje, el mensaje que nosotros predicamos estará directamente ligado a la visión que tengamos. Si nuestra visión es temporal, nuestro mensaje va a estar enfocado en lo temporal. Si nuestra visión es eterna, nuestro mensaje va a estar dirigido a las cuestiones eternas. Quisiera darles seis puntos, pero los voy a mencionar, nada más no los voy a explicar, se los voy a dejar como trabajo para que ustedes oren y el Espíritu Santo se los revele. Seis características, pero después quiero que trabajemos, esto es una introducción nada más, quiero que trabajemos sobre un pasaje de las Escrituras. ¿Me van a acompañar? A mí me gusta, más que hablar yo, trabajar en la palabra. Así que nos vamos a poner ropa de trabajo, y vamos a agarrar la pala, pico, y nos vamos a meter en la palabra, y vamos a trabajar la palabra. Pero solamente quiero dejarles seis cuestiones que tienen que ver con el mensaje de los peregrinos, o de una iglesia peregrina. ¿Cuál es el mensaje? Número uno, es un mensaje preexistente. Es un mensaje preexistente, o sea, que existe desde la eternidad. No es un mensaje humano, no es un mensaje que nosotros inventamos, sino que es un mensaje que existe desde la eternidad. Es un mensaje preexistente. Número dos, el mensaje de los peregrinos es un mensaje trascendente, que apunta a cuestiones eternas, más allá de lo temporal. Así que es un mensaje preexistente, es un mensaje trascendente. Número tres, es un mensaje consistente, que está de acuerdo con la vivencia y con la práctica del Evangelio. Eso significa consistente, que lo que decimos y lo que hacemos tiene una relación, tiene consistencia. No es un mensaje líquido, no es un mensaje diluido, no es un mensaje que se evapora, sino es un mensaje que tiene consistencia, por causa del respaldo que le da la vivencia, la praxis, lo que se llama la praxis del Evangelio o la práctica de la fe. Es un mensaje preexistente, trascendente, consistente. Número cuatro, absorbente. O sea, es un mensaje que lo demanda todo y lo absorbe todo. Toda la vida está involucrada en nuestro mensaje. No hay tal cosa como un mensaje por un lado y mi vida va por el otro. El mensaje del peregrino es un mensaje que lo absorbe todo. Así que voy recapitulando. Preexistente, número dos, trascendente, número tres, consistente, número cuatro, absorbente, número cinco, excluyente. Es un mensaje excluyente, ¿por qué? Porque no deja lugar para nada más. Si lo absorbe todo, excluye cualquier otro mensaje. El mensaje del Evangelio es un mensaje absoluto, porque proviene de Dios y excluye cualquier otra realidad. Y número seis, tenemos entonces preexistente, trascendente, consistente, absorbente, excluyente, número seis, concluyente. No permite objeción, porque no es nuestro Evangelio, es el Evangelio de Dios. Es el mensaje de los peregrinos. Trabaje después, si quieres, sobre estas seis palabritas, que el Señor le revele sobre estas seis palabras que son características muy importantes, entiendo, sobre el mensaje de los peregrinos. Así que comprender estas realidades eternas, amados, nos va a brindar una plataforma firme y sólida sobre el cual vamos a edificar la fe de los santos en las realidades de Dios, en su glorioso diseño y en un sentido de trascendencia. Nuestra tarea es edificar a los santos y debemos hacerlo de esta manera, en la realidad de Dios, en su glorioso diseño y en un sentido de trascendencia. Sobre esta base, yo quiero que podamos ver el pensamiento de alguien que vivió como un peregrino y escribió de esta manera, que es el apóstol Pablo. Y vamos a ir a la segunda carta de Corintios, capítulo cuatro. Segunda carta de Corintios, capítulo cuatro, versículo uno. Esto no va a ser un sermón, sino que vamos a trabajar la palabra de una manera que es versículo por versículo, ¿sí? O de a dos versículos, pero por pequeños párrafos vamos a leer y vamos a ir tratando de entender juntos lo que significa, ¿ven? Entonces leemos versículo uno, dice, por esto, ya que por la misericordia de Dios tenemos este ministerio, no nos desanimemos. Este es el inicio del mensaje del apóstol Pablo, ¿sí? Él habla del desánimo. La palabra desánimo tiene que ver con perder el ánimo, perder las fuerzas o el entusiasmo. Y Pablo está en una posición firme. Después en la continuidad de este mismo capítulo va a repetir este concepto. Dos veces él repite, no nos desanimamos. Ahora, la pregunta es, ¿sobre qué base Pablo no se desanimaba? ¿O sobre qué base nosotros podemos llevar a las personas, a la congregación, a los santos, a no desanimarse? Porque si somos honestos, el desánimo es uno de los males de nuestro tiempo, uno de los males de nuestro tiempo, ¿sí? La gente vive con depresión, la gente vive con desánimo. Es muy frecuente en nuestros días, esta condición. Y la pregunta es, ¿cuál es el antídoto para este mal? ¿Cuál es el antídoto contra la falta de entusiasmo, la apatía, el cansancio interior que sufren muchas personas? ¿Cómo lo combatimos? ¿Desde dónde? Podríamos pensar muchas veces que una persona que no se desanima es aquella que ha alcanzado el éxito. Es aquella que ha alcanzado el éxito en lo que emprende, alguien a quien la vida le sonríe, a quien le va todo bien, y uno dice, bueno, si tenés éxito y todo te va bien, no hay motivo para desanimarse. Sin embargo, vemos gente con éxito pero desanimada, ¿sí o no? Gente que le va bien en la vida y, sin embargo, entra en estados depresivos, cae en estas condiciones de desánimo. Ahora, esa no era la realidad de Pablo, la realidad de Pablo no era alguien que le iba todo bien. A Pablo la vida no lo sonreía, a Pablo la vida lo metía a la cárcel, lo azotaba. Él pasó peligros de todo tipo y, sin embargo, él puede escribir a la Iglesia y dice, no nos desanimamos, evidentemente había otras razones que no tenían que ver con el éxito, que no tenían que ver con que las cosas le salgan bien y que lo mantenían en una posición firme, porque él establece como un principio en el primer versículo de lo que todo lo que va a decir es, por causa de lo que Dios nos ha concedido no nos desanimamos. Entonces seguimos leyendo, vamos a saltar un poquito, por cuestión de tiempo, al versículo 6. Dice, porque Dios, que ordenó que la luz resplandeciera en las tinieblas, hizo brillar su luz en nuestro corazón para que conociéramos la gloria de Dios que resplandece en el rostro de Cristo. Aquí Pablo comienza a esbozar una respuesta a la pregunta que nosotros hicimos, ¿de dónde procede o cuál es el antídoto contra el desánimo? Y Pablo empieza aquí a desarrollar una respuesta. Pablo dice que el Dios eterno a quien servimos es quien ordenó que la luz brille en medio de las tinieblas. O sea, el Dios creador de la luz, hizo brillar su luz en nuestros corazones de la misma manera que cuando el mundo estaba en tinieblas, Dios hizo brillar la luz. Este Dios, que con su luz brilló en nosotros, nos concedió, dice Pablo aquí, el conocimiento de su gloria. Nos concedió el conocimiento de su gloria. Por eso nuestro mensaje no puede estar disociado de la gloria de Dios. Bueno, para entender mejor eso, venga mañana. Porque mañana por la mañana vamos a estar hablando de qué es la gloria de Dios. ¿Qué es la gloria de Dios? Ahora, la gloria de Dios, como un principio, está ligada a la eternidad. Entonces, lo que Pablo está diciendo, comenzando un poco a explicarnos, es que el principio para mantener una firmeza en nuestra vida, en nuestro ánimo, en nuestro entusiasmo, para no desanimarnos, para no bajar los brazos en todo lo que Dios nos ha llamado a hacer, es primero comprender el proceso en que la luz vino a nuestra vida para derrotar las tinieblas y para sacar a flote, podríamos decir, para establecer en nosotros el principio de la gloria de Dios. Vamos al versículo 7. Pero tenemos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros. Allí hay un pero, siempre hay un pero a todo. Pablo habla de la luz, de la gloria de Dios, dice, pero, para poner las cosas en perspectiva, Pablo hace esta salvedad. ¿Cuál es la salvedad? Es que es cierto que esa luz y esa gloria son un tesoro incalculable, pero también es cierto que nosotros somos vasijas de barro frágiles. Y ahí se genera esta contradicción aparente, ¿no? Entre algo tan eterno, tan glorioso como es la luz de Dios, la gloria de Dios, con nosotros que somos una vasija de barro frágiles, rústicos, sin gran belleza externa, eso es una vasija de barro. Una vasija de barro no es un tesoro, no es algo que alguien pagaría fortuna por ello. ¿Por qué? Porque es rústico, porque es frágil, es barro cocido, no estamos hablando de una obra de arte, de porcelana fina, no estamos hablando en esa época de una vasija de barro hecha de manera muy común. Entonces aquí lo que hace es producir un contraste entre lo que nosotros somos y lo que portamos. Lo que nosotros somos es frágil, no adquiere belleza, es rústico, pero lo que portamos es gloria. ¿Amén? Lo que portamos es glorioso. Y concluye, o confluyen en esto lo eterno y lo temporal, lo visible y lo invisible. Lo eterno es la gloria, la luz de Dios, lo temporal es nuestro cuerpo. Lo visible es nuestro cuerpo, lo invisible es su gloria. Es la luz que habita dentro de nosotros. Sigue diciendo el apóstol Pablo, vamos a los versículos 8 y 9, nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos, perplejos, pero no desesperados, perseguidos, pero no abandonados, derribados, pero no destruidos. Este texto que tantas veces seguramente hemos leído, tanto ánimo nos habrá dado en algún determinado momento, y está bien, está bien poner nuestra atención en la segunda parte de esa declaración, de cada una de las declaraciones que Pablo hace. Porque es bueno saber que siempre hay un pero no. Dice Pablo, nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos. Ese pero no, pero no abatidos, pero no desesperados, pero no abandonados, pero no destruidos. Ahora, entonces Pablo está diciendo que como apóstoles ellos nunca se sintieron abatidos, porque el abatimiento es un estado final, ya en la lona, ya sin posibilidad de resurgir. Nunca se sintió desesperado porque el desesperado perdió la esperanza. ¿Está bien? Nunca se sintieron abandonados. Al abandonado a alguien le soltó la mano. Nunca se sintieron destruidos porque otra vez nos encontramos con algo que ya no tiene vuelta atrás. Pero, así como es cierto los pero no, también es cierta la primera declaración, o la primera parte de cada una de las declaraciones. Porque sí atravesaron por situaciones difíciles. Sí fueron atribulados. Nosotros nos gusta más poner la segunda parte, pero no. Ahora, Pablo dice no nos desanimamos a pesar de que sí fuimos atribulados. Porque la atribulación es diferente al abatimiento. La atribulación es un estado de paso. El abatimiento es un estado final. Entonces, abatimiento no, pero sí atribulación. Veamos las dos cosas. No nos quedemos con lo que nos gusta a nosotros. Porque todos pasamos por situaciones de atribulación, ¿sí o no? Sufrimiento, situaciones inesperadas, situaciones que no deseamos. Sí estuvieron perplejos. Perplejo, no sé si se entiende acá, pero da la idea, en Argentina decimos, de quedarse con la boca abierta. ¿Cómo pudo pasar esto? Perplejo es asombrado, azorado, sin explicación de lo que está sucediendo. Entonces, nunca ellos se sintieron desesperados, o sea, sin esperanza, pero sí hubo momentos que no entendían lo que estaba sucediendo. Sí estuvieron perplejos. ¿Saben? El abandono es que alguien te suelte la mano y Dios nunca nos va a soltar la mano, por eso abandonado jamás. Pero sí hay momentos en que no entendemos lo que pasa. Sí hay momentos en que no entendemos nada. ¿Por qué está sucediendo lo que nos está sucediendo? Entonces, sí se sintieron de esa manera, sí se sintieron atribulados, sí estuvieron perplejos, sí fueron perseguidos. Fueron perseguidos. Miren, las persecuciones que sufrieron los primeros cristianos venían del pueblo judío, de los religiosos judíos, venían del imperio romano, y muchas veces venían dentro de la misma iglesia por los judaizantes que querían judaizar a los gentiles. Así que la persecución venía de todos lados. Entonces fueron perseguidos, pero no abandonados. Y fueron derribados. ¿Ven? No destruidos, pero sí derribados. Entonces necesitamos tener un mensaje claro, porque a veces nos montamos a un cierto exitismo y tomamos solamente lo que queremos de la Biblia. Es más, nos vamos adelante porque nunca seremos destruidos. Es cierto. Nunca seremos avergonzados, gloria a Dios. Nunca seremos abatidos, gloria a Dios. Pero sí serás atribulado. Sí serás perseguido. Sí serás derribado en algún momento. Pero nunca ese es el final. Nunca es el final. Siempre son situaciones momentáneas. Entonces, amados, déjenme decirles esto bien práctico. No necesitamos ni ignorar ni negar los sufrimientos para animar a los santos. No necesitamos ignorar ni negar los sufrimientos para animar a los santos. Algunos creen que animar es decir, hermano, vamos que no te va a pasar nada. Si Dios está con nosotros, ¿no? ¿Quién contra nosotros? Y claro, son versículos reales. El tema es cómo los aplicamos. Miren, a veces tenemos una mirada tan parcial del Evangelio y de las Escrituras. No sé si habrán visto, pero sale una plaquita en Facebook o en alguna de las redes sociales que dice algo así, como José no quedó en la cárcel. Daniel no quedó en el foso de los leones. Los tres amigos de Daniel no quedaron en el horno de fuego. Y la conclusión da varios datos así, reales, y la conclusión es, ningún ungido de Dios quedará en el lugar de la prueba. Y uno dice, guau, qué tremendo. Y yo digo, preguntale a Esteban. Preguntale a Esteban. Claro, cualquiera de nosotros con esa mentalidad, si hubiéramos estado en el momento en que lo apedrearon a Esteban y teníamos a los padres de Esteban al lado, nosotros éramos el pastor de los padres de Esteban, ¿qué le hubiéramos dicho? Tranquilo, le va a pasar una piedra por acá, otra por acá, y a él no lo tocarán porque la Biblia dice, lo reventaron. Le reventaron la cabeza. ¿Estoy mintiendo? Entonces tenemos que tener cuidado, porque creemos que animar es negar cosas que van a suceder. Cosas que van a suceder. El mismo Pablo que fue librado de la cárcel y de morir, al final no fue librado de que lo decapiten. Juan el Bautista no fue librado de que le corten la cabeza. Jacobo no fue librado de que le corten la cabeza. Entonces cuidado cuando parcializamos con el fin de animar, el fin es bueno, yo no digo que haya mala intención, el problema es que no es cierto. Porque las medias verdades terminan siendo mentiras. Y entonces cuando pasan cosas que alguien nos dijo, que si somos ungidos, hijos de Dios, nunca nos van a pasar, y no suceden. Hay frustración, hay crisis, hay desánimo, proviene todo eso. Entonces, ¿qué fue lo que mantuvo a estos hombres que fueron atribulados, que fueron perseguidos, que quedaron asombrados por cosas que no entendían? ¿Qué fue lo que los mantuvo? El calibre de su fe. El calibre de su fe, no una palabra de autoayuda. El calibre de su fe es lo que los mantuvo firmes, y en medio de esas situaciones, lejos de desanimarse, fueron más desafiados. Y entonces vemos a un Pablo que lo apedrean, lo que el listra fue, ¿no? A las afueras que lo apedrean, lo dan como muerto. Imagínense el estado de la cabeza de Pablo. Pues nosotros leemos así rápidamente, ¿no? Sí, lo consideraron como muerto, pero se levantó y se fue. No, si lo consideraron como muerto, quiere decir que tenía la cabeza destruida, su rostro destruido, apedreado. Calcule una persona, todos ustedes ahí con piedras de este tamaño, yo acá y ustedes tirándomela. ¿Cómo queda el cuerpo de esa persona? O sea, pongamos en contexto las Escrituras para entender lo que sucedía. Y Pablo fue apedreado, lo dieron por muerto, vinieron los hermanos después, lo ayudaron a recomponerse, y Pablo en vez de decir, no, acá es muy peligroso, me voy a otra ciudad, volvió. En Argentina diría, perdón, ¿no? Era Vasco. Porque en Argentina los vascos tienen cabeza dura. No sé si acá es así lo mismo, ¿no? No sé lo armar allá, perdón. Pero era el calibre de su fe, amados. Era el calibre de su fe. Seguimos, versículo 13. Escrito está, creí y por eso hablé. Con ese mismo espíritu de fe también nosotros creemos y por eso hablamos. Y acá me surgen algunas preguntas, porque son textos que se han usado tanto y de una manera tan liviana muchas veces. ¿Qué es lo que creyó Pablo? Creí, empieza diciendo. O sea, pregunto. Yo siempre le hago preguntas a la Biblia, no sé usted, pero yo siempre a las Escrituras le hago preguntas, ¿no? Entonces Pablo dice, creí y yo pregunto. ¿Qué creyó Pablo? ¿Qué es lo que creyó? Porque si creyó, creyó en algo, ¿no? Dice, y por eso hablé. ¿Qué es lo que habló por causa de su fe? Porque él dice que lo que habló es por causa de lo que creyó. Él habló según lo que creyó. ¿Dónde estaba sustentado el mensaje de Pablo? ¿Dónde estaba sustentado su mensaje? Ahora Pablo habla aquí de un espíritu de fe, de un espíritu de fe que lleva a hablar de acuerdo a lo que creemos. Dice, con ese mismo espíritu de fe también nosotros creemos y por eso hablamos. Ahora, usted sabe que todo texto tiene que ser interpretado según el contexto. ¿Sí? Ese contexto tiene varias medidas. Hay un contexto inmediato, que son los versículos anteriores y posteriores que nos ayudan a tomar una idea de lo que está diciendo. Luego está el contexto, podríamos decir, de todo el libro en el que fue escrita esa frase o ese versículo. Luego está el contexto del pensamiento del escritor. En el caso de Pablo, tenemos muchos libros escritos por él, así que tenemos que evaluar lo que él dice en función de todos los libros que él escribe para saber cuál era el pensamiento paulino. Y finalmente tenemos el contexto de todas las escrituras. Ninguna interpretación de un texto puede contradecir el resto de las escrituras. ¿Está bien? Entonces, muchas veces se toma esto, creí y por eso hablé. Hermano, si usted cree, hable. Y si usted habla lo que cree y lo decreta, Dios lo hace. Hemos escuchado eso, ¿verdad? El problema es que muchas veces hablamos y creemos en base a nuestros caprichos y no a un espíritu de fe. Por eso necesitamos ser cuidadosos en cómo vamos a interpretar esto, ¿sí? Entonces, el apóstol Pablo dice que en base a lo que cree y por causa de la fe, de ese espíritu de fe, él habla y por esa causa no se desanima. Por causa de lo que creemos, está diciendo Pablo, no nos desanimamos, nada nos detiene porque sabemos en qué hemos creído y en quién hemos creído, ¿sí? Pero ahora lo va a explicar. Mire, versículo 14. Pues sabemos que aquel que resucitó al Señor Jesús nos resucitará también a nosotros con él y nos llevará junto con ustedes a su presencia. ¿Ven? La fe de Pablo, el ánimo de Pablo, la posición firme que Pablo está demostrando en este pasaje estaba basada en lo que sabemos. Lo que él cree y lo que él habla está basado en lo que sabe, en el entendimiento que tiene. No un saber humano, lo que escuchábamos al principio, no. La inteligencia humana o el conocimiento producto de la información, sino el saber que viene por revelación. El saber que viene por medio de la revelación de la espiritualidad. Hay un conocimiento, amados, hay un entendimiento que modifica sustancialmente nuestra visión. Hay un conocimiento que modifica nuestra visión y es la certeza de que un día resucitaremos con él. La certeza de la resurrección es la que nos posiciona en lo trascendente y en lo eterno y nos saca de la temporalidad. Porque la temporalidad nos lleva a pensar que acá vamos a estar siempre, que somos interminables en este mundo y nos hace perder de vista que estamos de paso. El concepto de la resurrección, porque ¿qué palabra puede ser más asociada a trasciende que la resurrección? Es la resurrección la que nos lleva a trascender. Nos lleva al plano de la celestialidad. Salir de lo terrenal para posicionarnos en lo celestial. Ahora avanzamos y vamos al versículo 15, porque todo está relacionado. Todo esto, Pablo sigue hablando del mismo tema, todo esto es por el bien de ustedes, para que la gracia que está alcanzando a más y más personas haga abundar la acción de gracias para la gloria de Dios. Y fíjense de nuevo ahora el versículo 16. Por tanto, no nos desanimamos. Una vez, vuelve al inicio. Por tanto, no nos desanimamos. Al contrario, ¿qué es lo contrario del desánimo? Mantenerse animado, mantenerse firme, mantenerse con energía, con fuerza. Al contrario, aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando día a día. Acá Pablo va siendo ya más explícito en su posición y en su visión. La visión era lo que determinaba el mensaje de Pablo. Y entonces Pablo, desde esa visión, Pablo nos dice esta realidad. ¿Qué es lo que creyó? Preguntábamos hace unos momentos. Creí y por eso hablé. ¿Qué es lo que Pablo creía? Pablo creía en la resurrección y por eso hablaba. Pablo creía que lo externo se va desgastando, pero lo interno se renueva. De eso hablaba. No era de lo que se le ocurría. No era de que, no, no, yo creo que Dios me va a dar una congregación de 5000 y hablo esa palabra. No, no, no era lo que él deseaba. No era lo que él pensaba, algo momentáneo que pudiera suceder. Pablo hablaba y creía cuestiones eternas que tenían que ver, no tanto con lo visible, sino más bien con lo invisible. Con la resurrección, con lo que por fuera se desgasta, pero por dentro se renueva. Por fuera vemos el vaso de barro, pero por dentro está la gloria de Dios. Eso es lo que Pablo creía. A eso se refiere cuando dice creí y por eso hablé. Es el espíritu de fe que movía a Pablo y lo llevaba a no desanimar. Pablo creía que por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando. Y esa era la fortaleza para enfrentar todo tipo de advertidades. Solo quien tiene esta visión puede enfrentar todo lo que Pablo enfrentó. Y hermanos, déjenme decirles, desde allí es donde tiene que surgir nuestro mensaje. ¿Dónde vamos nosotros a establecer a los santos? Necesitamos tener un mensaje trascendente. Necesitamos tener un mensaje, creer y hablar, no de cuestiones pasajeras que a veces suceden y a veces no. Y esto lo sabemos todos. Amados, Dios a veces sana y a veces no. A veces libra de la cárcel y a veces no. A veces nos prospera y a veces no. Y no pasa nada, porque ahí no está nuestra esperanza. Nuestra esperanza está en las cuestiones eternas donde no hay lugar a dudas. No existe tal cosa como algunos Dios los resucitará y a otros no. ¿Ven? ¿Ven la diferencia entre una cuestión eterna y la temporal? En la temporal existe que puede suceder o puede no suceder. Ahora en las cuestiones eternas, amados, en las cuestiones eternas no hay lugar a dudas. Por eso Pablo con absoluta seguridad decía, no nos desanimamos. Y sigue explicando, versículo 17, vamos, avancemos. ¿Va entendiendo o estoy haciendo mucho lío? ¿Sí? Muy bien. Versículo 17. Los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento. Estas palabras son impresionantes, amados. Y estas palabras solo pueden ser manifestadas por alguien que tiene una fe fundamentada. No en las cosas pasajeras y temporales, sino en las cosas eternas. ¿Sí? Pablo llama, escuche, desde esa posición que Pablo tenía, él tiene una visión con respecto a los sufrimientos. Él hace una evaluación de los sufrimientos desde una posición, desde lo que creía y desde lo que hablaba. ¿Sí? Y usted sabe que a nuestros ojos y a los ojos de cualquiera que lee el libro de los hechos o las cartas de Pablo, sus sufrimientos no eran pequeños. A mí me da vergüenza a veces hablar cuando hacemos algo de sacrificio. El otro día tuvimos una reunión, le contaba a algunos hermanos por Zoom con unos pastores de México. Y claro, en México eran las 9 de la noche, acá en España eran las 4 de la mañana. Y me dice, apóstol, es muy temprano para usted, ¿podrá estar con nosotros? Sí, sí, le digo, no hay problema. Y después me agradecía, gracias por el sacrificio de madrugar para estar con nosotros. Y yo pensaba, ¿sacrificio? ¿De qué? ¿Se hable ya, Pablo, del sacrificio? Que no tenía que ver con... No, no, porque tuve que venir tres días seguidos de reuniones, viernes, sábado, domingo al Congreso, un sacrificio tremendo. Y a veces nosotros le llamamos sacrificio. A cuestiones que ojalá Pablo pudiera haber sufrido lo que estamos sufriendo nosotros. Pero sus sacrificios eran de otro calibre. Usted sabe, ¿no? Cárcel, azotes, piedras. Además del desprecio. Todo, ¿no? Todo lo que hemos leído y lo que él expresa. Naufragio, lo picó una serpiente. Le pasaron todas, ¿no? Todas, todas, todas las pasó él. Y sin embargo, él define, ahora separa, desde una posición eterna y hace una evaluación de sus sufrimientos y los llama ligeros y efímeros. La palabra ligeros tiene la connotación de peso. Significa liviano. Y efímero tiene la connotación de tiempo, de duración. Y significa de corta duración. ¿Ven? Lo que nosotros hubiéramos escrito, tal vez, hermanos, oren porque no sabe lo que estoy sufriendo por la causa del Evangelio. Para entrar en otra. Salgo de Guatemala y entro en Guatepeor. Y hubiéramos dicho tantas cosas. Y Pablo los evalúa desde otra realidad. Desde una realidad eterna. Y él los llama livianos y pasajeros. Ligeros, efímeros, ¿sí? De poca duración. Como las tormentas de verano, ¿no? Que duran poco, que pasan rápidamente. Ahora déjenme decir esto. Estas palabras no tienen nada que ver con el pensamiento positivo. Ese pensamiento, siempre que llovió paró. Se le atribuye a Noé esa frase. Siempre que llovió paró, no hay mal que por bien no venga. No, tranquilo, hermanos, porque a los que aman a Dios todas las cosas le ayudan a bien. No hay mal que dure 100 años. Y tantas otras frases. O sea, esto no es pensamiento positivo. Esto es el pensamiento de alguien que está parado en una realidad eterna. ¿Sí? Y que sabía lo que sufría por lo que pasaba. ¿Sí? ¿Hasta el último instante? Hasta el último instante. Hasta el último momento, sabiendo lo que él esperaba, él estaba allí predicando el reino de Dios. Amados, déjenme decirles, la única manera, escuchen, la única manera de considerar a la cárcel, a los azotes, naufragios, todo lo que Pablo pasó de esta manera, ligeros y efímeros, es cuando lo podemos comparar con una gloria eterna. Cuando podemos tener una visión clara de eternidad. Y quiero ser reiterativo en esto, desde ahí debemos edificar a los santos. Primero nuestra vida, obviamente, ¿no? Ahí tenemos que posicionar nuestra vida. Y desde ahí edificar a los santos. Sigamos con el versículo 18 porque cada vez avanza más Pablo en el entendimiento, en el entendimiento es más específico. Y entonces dice en el 18 este texto que es un emblema. Así que no nos fijamos en lo visible, sino en lo invisible. Ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno. Ahí termina de cerrar todo el concepto, esta declaración que encierra todo lo anterior y todo se reduce, amados, a aquello en lo que fijamos nuestra mirada. Si miramos lo visible, uno será nuestro mensaje y uno será nuestro ánimo. Si miramos lo eterno, otro será nuestro mensaje y otro será nuestro ánimo. Eso es determinante, es la tensión permanente con la que tenemos que luchar entre lo visible y lo invisible, lo pasajero y lo eterno, lo externo y lo interno, lo sensorial y lo espiritual. Es una tensión permanente. Avancemos un poquito al capítulo 5, por favor, para ya ir concluyendo. Capítulo 5, porque no cambia de tema. Acuérdese siempre esto cuando esté leyendo, por favor, la Biblia. Cambio de capítulo no implica necesariamente cambio de tema. Ni cambio de versículo, porque capítulos y versículos fueron agregados después para ordenar y nos ayudan obviamente a ubicarnos, pero muchas veces continúan. Entonces Pablo continúa acá y dice en el capítulo 1, de hecho, como que viene siguiendo una conversación, de hecho sabemos que si esta tienda de campaña se deshace, en que vivimos se deshace, tenemos en Dios un edificio, una casa eterna en el cielo no construida por manos humanas. Pablo sigue hablando de lo que cree, Pablo está respondiendo a lo que dijo antes, creí y por eso hablé, y está explicando en qué cree Pablo. Pablo cree en la resurrección, Pablo cree en las cuestiones eternas, Pablo cree que lo de afuera se desgasta pero lo de adentro se renueva. Y acá nuevamente dice, de hecho, sabemos, sabemos, Pablo está hablando desde una convicción y otra vez la comparación, la tienda de campaña, que se refiere a nuestro cuerpo, que es lo externo, es lo pasajero, es lo visible, con un edificio, una casa eterna, invisible, que Dios ha preparado, y entonces explica, ahora sigue explicando versículo 2 al 4, Mientras tanto, y hago un alto ahí, nuestro problema no es con las cuestiones eternas, las cuestiones eternas son cuestiones consumadas, nuestros problemas son con el mientras tanto. El mientras tanto es el tiempo que transcurre entre nuestro nacimiento y nuestro paso a la gloria. Eso es lo que Pablo llama mientras tanto. Mientras tanto, entonces dice, escuche, mientras tanto suspiramos, anhelando, y preste atención porque acá hay una verdad que no podemos perder de vista, mientras tanto suspiramos, anhelando ser revestidos de nuestra morada celestial, porque cuando seamos revestidos no seremos hallados desnudos, realmente vivimos en esta tienda de campaña suspirando y agobiados, pues no deseamos ser desvestidos sino revestidos para que lo mortal sea absorbido por la vida. Es un pensamiento muy profundo del apóstol Pablo, y él habla de un gemir, de un clamor por lo eterno, mientras tanto suspiramos, después vuelve a decir suspirando y agobiados. Ahora, el clamor de Pablo, entiendo por estas palabras que el suspiro de Pablo, ese suspiro de decir estoy anhelando algo, estoy esperando que algo suceda, porque en esta tierra vivimos agobiados, vivimos atribulados muchas veces, entonces suspiramos, pero no está hablando del suspiro o el deseo de escapar del sufrimiento. Pablo no dice, no veo la hora de que el Señor me lleve para dejar de sufrir, no es ese el pensamiento. Pablo no quiere irse para escapar, él dice suspiramos, versículo 2 nuevamente, anhelando ser revestidos de nuestra morada celestial. ¿Cuál era el anhelo de Pablo? No era escapar de lo temporal, era ser absorbido por lo eterno, y eso es muy diferente, es muy diferente. Lamentablemente la iglesia evangélica ha tenido un pensamiento demasiado escapista, que venga el Señor, que nos lleve y que acá se pudra todo. ¿Sí o no? Ese ha sido el pensamiento. Escaparnos para salir del mundo y a lo que le pase al mundo, problema del mundo. No es problema nuestro. Pero no es ese el pensamiento de Pablo, Pablo dice mientras tanto, en el mientras tanto suspiramos, en el mientras tanto padecemos, en el mientras tanto estamos aquí anhelando con un anhelo, pero ¿cuál es el anhelo? No es escapar, ser revestidos de nuestra morada celestial, porque cuando seamos revestidos no se nos hallará desnudos. Ahora estamos vislumbrando, transitando lo eterno, pero siempre limitados por esta tienda de campaña, por este cuerpo y por las debilidades humanas. Pero cuando seamos revestidos no se nos hallará desnudos. Pues no deseamos, dice el 4, ser desvestidos, sino revestidos. O sea, no deseamos escapar, sino llegar al punto, a nuestro punto de partida que es la eternidad, y escuche, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Todo esto es un pensamiento en respuesta a qué creyó Pablo y por eso habló. Pablo está explicando todo lo que él cree, lo que él sabe por revelación. Y entonces mire el versículo 5, por favor, y esto tenemos que tenerlo muy claro para nuestra vida y para nuestro mensaje. Es Dios quien nos ha hecho para este fin y nos ha dado su Espíritu como garantía de sus promesas. ¿Para qué fin nos creó Dios? Es Dios quien nos ha hecho para este fin. El fin para el que Dios nos creó es la eternidad, no la temporalidad. Dios no nos creó para la tierra, Dios nos creó para el cielo. ¿Amén? Ahora, ¿no tiene que ver con la tierra en cuestión física o cielo en cuestión geográfica? Porque el cielo no es geográfico, el cielo es un ámbito espiritual. ¿Amén? Nosotros decimos cielo y miramos para arriba. Pero el cielo de Dios es un ámbito espiritual, ¿sí? No tiene que ver con un lugar físico. Entonces, cuando decimos que Dios no nos hizo para la tierra, Dios no nos hizo para las cuestiones pasajeras y temporales. Dios nos creó para lo eterno. Puso eternidad en nuestros corazones, nos creó para lo eterno. No fuimos hechos para lo visible, fuimos creados para lo invisible. Lo visible, lo temporal, tiene que ver con el mientras tanto. En el mientras tanto está todo lo visible y está todo lo temporal. Pero nosotros, usted y yo, fuimos creados para lo eterno y debemos llevar a los santos allí. Y su espíritu en nosotros es la garantía de esa realidad. Su espíritu en nosotros es la garantía de esa realidad. Entonces, la pregunta, y no quiero extenderme más, pero la pregunta que tenemos que hacernos nosotros en esta mañana es ¿sobre qué base estamos edificando nuestra vida espiritual y la vida de los santos? ¿Sobre qué base, qué es lo que creemos y por causa de lo que creemos hablamos? ¿Qué visión tenemos de la vida? ¿Qué visión tenemos del Evangelio? ¿Qué visión tenemos del mundo? ¿Es una visión impregnada de temporalidad o es una visión impregnada de eternidad? ¿Amén? Necesitamos salir de esa visión temporal para poder ver lo eterno. Y cuando veamos lo eterno, vamos a edificar a los santos en esa realidad. Vamos a edificar a los santos no en ilusiones, sino en certezas, en esperanza, pero esperanza sólida, no prometiéndole cosas que no sabemos si Dios las va a hacer, sino prometiéndole aquellas cosas que son sí, amén, que Dios ya ha establecido, que Dios ya nos ha concedido en Cristo y que un día esas cosas indudablemente van a suceder, amén. Dios nos ha creado para la eternidad. Este cuerpo va a desaparecer. Y Dios preparó, y esa casa, si usted lee bien el pasaje de la que Pablo habla, esa morada celestial, es el cuerpo glorificado. Es nuestro cuerpo glorificado, ¿sí? Ese cuerpo, porque Pablo está hablando del cuerpo, esta tienda de campaña es el cuerpo físico y la morada que Dios nos prepare es el cuerpo eterno, es el cuerpo glorificado que Cristo recibió cuando resucitó de los muertos y que nos será dado a cada uno de nosotros cuando también nosotros entremos en esa resurrección. Entonces, amados, yo quiero afirmarlos en esta mañana con esta palabra, afirmarlos en esta mañana con esta palabra, de que podamos determinar cuál va a ser nuestra visión. Si nuestra visión va a estar centrada en las cosas pequeñas, si nuestra visión va a estar centrada en tener una linda congregación, en que nos vaya bien ministerialmente y que Dios nos use, si nuestra visión va a estar centrada en tener un buen carro, tener una buena casa y nada de eso es malo y quiera Dios que tengamos todos lo mejor que podamos tener. No hay problema con eso, no hacemos voto de pobreza. Queremos que Dios nos dé todos los recursos necesarios para extenderlo más rápidamente su Evangelio. Y eso incluye recursos, incluye estar bien de salud, incluye muchas cosas, pero no está allí puesta nuestra mirada finalmente. No está allí puesta nuestra mirada. Esas son las cosas que el Padre ya sabe que necesitamos. ¿Amén? Ya sabe que las necesitamos y Él nos va a ir supliendo en la medida de su voluntad. Pero nuestra mirada tiene que estar puesta y centrar a los santos en las cuestiones eternas. En las cuestiones eternas que no dejan lugar a duda. Y eso es lo que va a mantener el ánimo. Eso es lo que nos va a mantener vigente. Eso es lo que nos va a mantener fuerte. Eso es lo que va a hacer de la iglesia una iglesia madura. Una iglesia de edificadores, una iglesia de servidores y no una iglesia de niños caprichosos. Lo quiero y lo quiero ya. Señor te lo pido ahora. Y queremos ordenarle a Dios, queremos mandarle a Dios, queremos torcerle el brazo a Dios para que haga lo que nosotros queremos cuando en realidad se trata de otra cosa. ¿Amén? Entonces volvemos a las palabras de Pablo. Creí y por eso hablé. ¿Qué es lo que nosotros creemos y qué es lo que hablamos? Y volvemos a las palabras de Hebreos con respecto a Moisés. Se mantuvo firme. Acuérdese de esas tres acciones. ¿Se acuerdan de las tres acciones de Moisés? ¿Cuáles fueron? Renunció, prefirió y consideró. ¿Por qué? Porque tenía la mirada puesta en lo eterno. Tenía la mirada puesta en el invisible. Él estaba mirando lo que sus ojos físicos no podían ver. Él vio al Mesías cuando nadie lo había visto. Cuando nadie tenía idea, sin embargo, él lo vio por causa de una visión eterna. Yo quisiera que oremos en esta mañana para que el Señor ponga colirio en nuestros ojos. ¿Amén? Miren, es tan importante la cuestión de la visión y quiero decir algo más antes de orar que cuando leemos las cartas de Juan en Apocalipsis a las iglesias de Asia Menor allí la cuestión de la visión es tremenda. La diferencia entre la visión humana y la visión divina. Dios le dice por medio de Juan a una de las iglesias tienes fama de que vives pero estás muerto. Dos visiones. La visión humana, en este caso era la visión de lo que los demás decían de Sardis, creo que era Sardis. ¿Qué decían los demás de Sardis? ¡Guau! ¡Qué tremenda iglesia! Tienes fama de que vives. O sea, una iglesia famosa. ¡Qué grupo de alabanza, impresionante! ¡Qué tremendo el mover de Dios en esa iglesia! Eso es lo que decía la gente. Pero ¿qué decía Dios? Estás muerto. ¡Guau! Pequeña diferencia, ¿no? Vida o muerte. O sea, ¿desde dónde evaluamos nuestros ministerios? O nuestras asignaciones ministeriales. Lo que Dios nos ha dado, o lo que Dios hace con otros o con nosotros, ¿desde dónde lo evaluamos? Desde la visión humana esta iglesia no tenía nada que replantearse. Famosa, popular. Muchos likes en Facebook. Pero desde el punto de vista de Dios, pero estás muerto. O sea, ya es terrible estar muerto. Pero peor si crees que estás vivo. Mucho peor. ¿A la iglesia de la Odisea qué le dice? La iglesia de la Odisea es diferente, parecido pero diferente. La iglesia de la Odisea le dice, tú dices. Ya no es lo que los demás decían. Ahora es la visión que la iglesia tenía de sí misma. La iglesia de la Odisea se miraba al espejo y decía, soy rico, me he enriquecido y no tengo necesidad de nada. ¡Guau! Tenía la autoestima alta, ¿no? La iglesia de la Odisea. Tú dices. Dios nos está usando tremendamente. Lo que Dios está haciendo con nosotros es impresionante. Estamos avanzando acá, estamos avanzando allá. Y esto y aquello. Tú dices. Pero yo digo. Pero no te das cuenta, le dice Dios. Esta es la frase matadora, ¿no? Pero no te das cuenta. Qué terrible es no darse cuenta. Y no darse cuenta es no ver. Equivale a no ver. Pero no te das cuenta de cuán pobre, ciego, miserable. Ahí tenemos, ¿no? Desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. O sea, no lo veían. Ellos se veían a sí mismos ricos, sin necesidad de nada, pero desde la mirada de Dios era todo lo opuesto. Absolutamente opuesto. ¿Desde dónde evaluamos? A otra iglesia, viendo lo opuesto, el Señor le dice, yo sé que tienes poca fuerza, que eres débil y que tienes poca fuerza, pero has guardado mi palabra y no has negado mi nombre. A la visión de otros era una iglesia débil. Sí, anda más o menos, no está creciendo mucho, ahí va tratando. Pero ¿qué miraba Dios? No has negado mi palabra. O has guardado mi palabra y no has negado mi nombre. Esas son miradas diferentes. O sea, ¿desde dónde miramos nosotros? Porque según lo que veamos, así será nuestro mensaje. Según dónde miramos, desde dónde evaluamos, desde dónde nos evaluamos a nosotros mismos, desde dónde evaluamos a los demás. Así va a ser nuestro mensaje. Así va a ser nuestro mensaje. ¿Oramos? ¿Quiere ponerse en pie un minuto? ¿Podemos orar? ¿O no? ¿O no? ¿Podemos orar? Sé que no es un mensaje para llevarlos a emocionarse ni nada, solamente quise exponer una palabra que creo que tiene mucha riqueza y que después cada uno puede volver a investigar este capítulo de Corintios porque es tan rico, hay tanta belleza, tanta profundidad en las palabras de Pablo para entender por qué él repite en dos ocasiones con suma firmeza, no nos desanimamos. El no desanimar, llamados, no tiene que ver con declaraciones positivas. Tiene que ver con un fundamento, con la visión y con la fe. Amén. Señor, gracias, te damos en esta mañana. Gracias por tu palabra. Gracias, Señor, porque en ella encontramos respuestas. En ella encontramos la revelación de tu voluntad, de tu querer y de tu plan eterno. Señor Oro, en manera particular en esta mañana, por aquellos que están expuestos a esta palabra y que tal vez han estado o están pasando por momentos de desanimo, tal vez no vemos lo que deseamos ver en la dimensión en que lo deseamos ver, tal vez estamos en alguno de estos procesos que menciona el apóstol Pablo, tal vez estamos atribulados, tal vez estamos perplejos por algo que está sucediendo a nuestro alrededor y no lo comprendemos. Es posible que nos sintamos es posible que nos sintamos perseguidos, es posible que nos sintamos derribados por alguna situación, por algún problema, por alguna circunstancia. Y, Señor, hoy tenemos un sustento eterno, no una simple palabra positiva que puede durar breve tiempo. Hoy tenemos un fundamento sólido. Que tiene que ver con lo que creemos. Y de acuerdo a lo que creemos, hablamos. Y por causa de lo que creemos, lo que hablamos es no nos desanimamos. Seguimos adelante, seguimos firmes, Señor, y desde esta posición queremos edificar a los santos. Queremos edificar a los santos queremos edificar hombres y mujeres, discípulos de Jesucristo, ministros del Nuevo Pacto, hombres y mujeres que puedan caminar en esta firmeza, en esta seguridad, en este entendimiento, en este saber, en esta conciencia de lo débil o lo efímero que son las cuestiones temporales y la firmeza, la gloria que procede de las cuestiones eternas. Allí nos paramos, Señor. Nos paramos en lo eterno. Nos paramos en las realidades que no pueden ser discutidas. Nos paramos en las realidades que no dependen de circunstancias. Nos paramos en las realidades en las cuales Tú has dicho que son sí y amén. Nos paramos en las realidades que han sido consumadas por la obra eterna de la cruz y desde allí mantenemos el ánimo intacto para seguir avanzando, para seguir extendiendo Tu reino en las naciones de la tierra. Gracias, Señor. Amén.